En defensa de mi verdugo
Internet es una jungla. Los legisladores aún están sorprendidos de que haya nacido sin necesidad de sus fórceps. Reina la ley de la selva. Y la libertad. Sin Internet no hubiera sido posible que cayeran Mubarak, Gadafi o Ben Ali. Y que temblara el listado completo de déspotas. Ojo, también ha dado pie a que la calumnia se haga impune y campe a sus anchas.
Para los periodistas ha sido toda una bendición. Y, más aún, las redes sociales, en las que uno puede decir a volapié lo que nunca se atrevería a escribir en la galaxia Gutenberg de su medio. Por eso, y me pongo en primera persona, me atrevo a defender a Fernando Autrán, excoordinador de Movilidad del Ayuntamiento de Madrid o, más precisamente, a defender su derecho a expresarse libremente en su Twitter.
Autrán sería uno más de los altos cargos del alcalde Alberto Ruiz-Gallardón si no fuera porque redactó un tuit desafortunado, en el que sugería que le gustaría un ERE en PRISA, grupo al que pertenece EL PAÍS. Ante la oleada de críticas, se apresuró a pedir disculpas y a borrar el tuit. Eso no impidió que el alcalde le destituyera. Tras conocerse el tuit sobre PRISA, muchos acudieron a la cuenta de Autrán (hoy cerrada) y descubrieron perlas de incorrección política y de borrokismo ideológico del peor calado. Tocaba todos los palos de lo rancio, desde el machismo hasta la exaltación de la violencia: "Ya sé que la tele engorda, pero vaya culo tenía la Srta. Trini!!!"; "Caamaño 'los demócratas sabrán ser generosos cuando ETA deje las armas'; Desde luego, en vez de un tiro les meteremos dos".
Por ninguno de esos exabruptos, que llevaban colgados semanas, había sido amonestado Autrán. Tuvo que mentar a un grupo periodístico para que todos se rasgaran las vestiduras. Pero el derecho de Autrán a pedir mi despido en Twitter es tan legítimo como el mío para solicitar su cese en un post invocando su caspa doctrinal, impropia de un responsable público.
El debate sobre si los cargos públicos o los periodistas son dueños de sus opiniones en las redes sociales está abierto. Muchas empresas imponen normas de uso a sus empleados. El alcalde de Madrid debería haber prescindido hace tiempo de su coordinador de Circulación por su ideología gorilesca, y no ahora, solo por difundirla en Twitter y poner en solfa a unos periodistas. Como tampoco entendería que mi director me despidiera por poner a parir en mi Twitter personal al señor Autrán. En Internet, y sin mediar calumnia, la libertad de expresión debe prevalecer. Sin derecho de pernada. Ni para los cargos públicos ni para los periodistas. Aunque sean de EL PAÍS.
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