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PATÉ DE CAMPAÑA | ELECCIONES 2011
Columna
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¡Vaya suerte la de algunos!

Joan Coscubiela, primer candidato de ICV por Barcelona, hizo ayer un acto en un local de Barcelona. Un sitio íntimo: 60 sillas, más o menos llenas. Se trata de un local, explicaron algunos de los que tomaron la palabra, que da suerte a la formación. El de ayer fue el tercer acto celebrado allí. Antes los hubo con motivo de las elecciones autonómicas y de las municipales. ¡Y vaya suerte! Ambas veces ICV ganó representación, aunque perdió el Gobierno. Pero ¿vas a comparar el número de escaños logrados con su utilidad? Lo importante es poder decir en la noche electoral que se ha ganado. Como hace todo el mundo, para sorpresa de buena parte del personal, que no acaba de entender que ganen todos.

Ir a una charla de ICV tiene su gracia. Allí, al menos, todos hablan con soltura, respetan las concordancias de sujeto y predicado, y las más de las veces no necesitan leer, quizás porque creen en lo que dicen y saben de qué hablan. Ayer intervino Coscubiela, pero lo hicieron también Mercè Civit y Ricard Gomà. A Laia Ortiz, que tiene la prosodia más flojita, la dejaron descansar. La primera dejó algo muy claro: populares y socialistas no son lo mismo, pero no hay que caer en la tentación del voto útil.

Coscubiela inisiste en la contraposición entre lo viejo (la vieja política, la vieja economía, las viejas recetas) y lo nuevo, sin que esto signifique hablar del "hombre nuevo" de los tiempos soviéticos.

Uno de los méritos de ICV, sostiene Coscubiela, es haber puesto sobre el tapete la discusión sobre si gobierna la política o lo hacen los mercados. No es mala cosa que la izquierda redescubra lo que el marxismo llamaba la "determinación de la economía en última instancia", que es precisamente eso: que gobierna el dinero en la sociedad que Josep Fontana llama en su estupendo último libro (Por el bien del imperio, Editorial Pasado y Presente) del "capitalismo realmente existente". Los oradores se identificaron con el 15-M. Que no se entere Joan Herrera, a quien los indignados cosieron a pitidos, quizás por confundir la victoria del partido (subjetiva) con la pérdida (objetiva) del poder.

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