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ELECCIONES 2011 | Faltan 12 días

El último cartucho, nada más empezar

Rubalcaba, forzado a arriesgar en el debate de hoy: solo tiene un disparo y al principio de la campaña - A Rajoy le basta con ofrecer su lado amable

Carlos E. Cué

Los tiempos en política lo son casi todo. 2004 demostró que el momento anímico en que se celebran unas elecciones puede alterar por completo el resultado. Por eso ningún candidato con todo en contra, como Alfredo Pérez Rubalcaba, habría aceptado en condiciones normales hacer un solo debate con su rival nada más empezar la campaña. Porque incluso en el caso de que obtuviera una victoria arrolladora, algo prácticamente imposible contra alguien tan experimentado y rocoso como Mariano Rajoy, su efecto se diluiría en las jornadas que quedan hasta las elecciones. 13 días en política son una eternidad.

Pero no se negoció en condiciones normales, aseguran en el PSOE. Había que elegir: un debate al principio de la campaña o nada. El PP tenía la sartén por el mango, explican, y ganó.

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Será solo un encuentro, así que Rubalcaba está obligado a arriesgarlo todo. Un último cartucho nada más empezar la campaña. En El Ala Oeste de la Casa Blanca, una serie de culto que la mayoría de los políticos españoles ha visto, hay un capítulo entero en la séptima temporada dedicado a un debate electoral. El candidato republicano decide saltarse las reglas pactadas y forzar a su rival -en directo no puede negarse- a un debate abierto, sin tiempos, cuerpo a cuerpo. No es previsible que Rubalcaba llegue a tanto. Todo está pactado y tasado. Pero los suyos sí admiten que es el momento más importante de la campaña del PSOE, por lo que el candidato, un experto en estrategias, prepara algún giro inesperado. Las expectativas son claves en un encuentro así, y el PSOE no ha querido generar muchas. En el PP recuerdan que en 2008 los debates solo movieron un 1,5% de los votos.

Rajoy se ha encerrado a preparar el encuentro porque no quiere sorpresas, pero esta vez parece más tranquilo. Dicen los suyos que tendría más dificultades con otro tipo de político enfrente, una mujer, alguien más joven que él, pero no con Rubalcaba.

El líder del PP no necesita jugar al ataque. Cree que basta con sacar su lado amable. Juega de favorito. Puede dedicarse a esperar a que su rival cometa errores, que es su especialidad, su manera de ganar las batallas, sin darlas. Rajoy tiene dos bazas claves con las que puede contar: los casi cinco millones de parados y la pésima valoración del Gobierno. Cada vez que Rubalcaba intente vender proyectos de futuro, Rajoy podrá recordarle que él era vicepresidente hasta julio. A cada propuesta, podrá soltarle la frase que Javier Arenas repite: "Alfredo, ¿por qué no lo dijiste antes?".

Rubalcaba apelará al giro que parece estar dando la opinión pública mundial: solo con recortes no se sale de la crisis. Pero Rajoy no querrá hablar del G-20, sino de la situación española, y esa losa es pesadísima para el PSOE. Por eso, Rubalcaba tratará de llevar el debate al futuro del Estado de bienestar. El CIS decía que es el único asunto en el que los socialistas salen mejor parados que el PP.

Ambos se conocen mucho, y tienen muy claras las debilidades y fortalezas del rival. Aunque, por increíble que parezca, y pese a que llevan 30 años en primera fila y con ocupaciones similares, nunca han debatido. No ya en televisión. Tampoco en el Congreso. Ni siquiera en una comisión. Una prueba más del déficit de debates que hay en España.

Rajoy no es telegénico, y no quiere intentar mejorar -en 2008 rechazó los ensayos en plató tan habituales en otros países, y que Aznar sí hizo en 1993 con buen resultado-. De hecho, el famoso error de la niña en 2008, tan recordado, se produjo porque no había ensayado esa parte. Se había analizado la idea, y parecía buena, pero no la forma. Y la forma en televisión lo es todo. Rubalcaba está más cómodo en televisión -aunque tampoco cuida mucho su imagen-, pero peca en ocasiones de soberbia en los debates, y Rajoy lo sabe. Pero sobre todo, está vinculado a dos marcas en horas bajas: el PSOE y el Gobierno de Zapatero.

Rajoy es un hombre conservador, tiene esa imagen. Rubalcaba tratará de explotar esa veta en asuntos como el aborto o el matrimonio homosexual. Pero el PP huye de todo lo que no sea economía. Por eso hubo tantos problemas para pactar los bloques.

El líder del PSOE necesita movilizar como sea al 30% de indecisos que detecta el CIS. Y de paso polarizar la campaña para evitar las fugas a IU, UPyD o Equo. El PSOE apela siempre a un voto más emocional, y el candidato necesita sacar al Rajoy más conservador, al de la anterior legislatura, para animar a los abstencionistas. Claro que el líder del PP no le va a dejar. Y tiene mucha experiencia para esquivar balones.

En algún momento del debate, habrá dos líderes de la oposición sentados allí. Uno, Rajoy, que se lanzará contra la gestión de Zapatero y su exvicepresidente. Y otro, el candidato del PSOE, que tirará contra los Gobiernos autonómicos del PP y sus recortes.

Es un terreno, el de los cruces de suma cero, en el que el PP se mueve bien. Rubalcaba tendrá que inventar algo para romper el ritmo pausado con el que Rajoy intentará dejar que pase el tiempo. 100 minutos no son tantos para un especialista como él.

Será así una lucha entre el ciclista de fondo Rajoy y el velocista Rubalcaba. Pero este último, que entra al plató 17 puntos por debajo en las encuestas, se juega mucho más. Casi todo.

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