'Charlie', atacado
El semanario satírico francés Charlie Hebdo sufrió el miércoles un ataque con cócteles molotov que dejó inutilizada la sede de su redacción en París. El ataque parece estar relacionado con el hecho de que la revista dedicase su número de la semana a la victoria de los islamistas en Túnez y a la declaración del presidente del Consejo Nacional de Transición libio anunciando que el país se regiría por la sharía. La totalidad de las fuerzas políticas francesas han condenado el atentado, que evoca episodios anteriores como el del periódico danés Jyllands-Posten.
Quienes atacaron la redacción de Charlie Hebdo no representan a nadie sino a ellos mismos. Tampoco defienden el islam sino que reivindican su cerril fanatismo tomando como excusa una revista satírica. Antes de las revueltas árabes, los violentos jugaban con el equívoco infundado de que representaban los sentimientos y las aspiraciones de los ciudadanos de países en los que la religión mayoritaria es el islam. Hoy, ni siquiera pueden apelar a esa coartada interesada. En Túnez y en Libia, los dos países a los que Charlie Hebdo dedicó el número por el que ha sido atacado, los ciudadanos, islamistas o no, se han enfrentado a sus tiranos, no a una publicación satírica. Ni en Francia ni en estos países, en los que, como en Túnez, también se han producido ataques contra medios de comunicación, podrá una minoría erigirse en intérprete violento de la mayoría.
Ataques como el perpetrado contra Charlie Hebdo pretenden retrotraer la percepción pública europea al momento anterior a las revueltas árabes, en las que por fin emergió la imagen de ciudadanos decididos a disfrutar de sus derechos donde antes solo parecía haber seguidores confesos o inconfesos de los fanáticos que invocaban un credo religioso. Ese era el escenario idóneo para quienes deseaban imponer su proyecto político autoritario mediante la violencia; un escenario hacia el que no debería existir el retorno.
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