La zona cero del teatro aficionado
Cuatro generaciones de rianxeiros han pasado por el grupo Airiños desde 1933
Los libros llegaban en transatlántico, porque el enfermero Ricardo Rodríguez cruzaba muy a menudo el océano para prestar ayuda sanitaria en los enormes buques que salían de los puertos de Galicia cargados de emigrantes. El Centro Gallego de Buenos Aires nutrió la pequeña biblioteca de los vecinos de Asados, una parroquia de Rianxo cuyos vecinos parecen llevar el gusto por el teatro en los genes: los bisnietos de los fundadores del grupo teatral Airiños, el más antiguo de Galicia en activo, siguen vinculados a la compañía, que estos días recorre el país con Ata que a morte nos separe!, una adaptación del texto de Jardiel Poncela Cuatro corazones con freno y marcha atrás. Ensayan 21 actores; el mayor pasa de los 70 y el más joven ha cumplido los 10. Hasta los niños del grupo conocen Cadro artístico Airiños 1933-2008, el libro que conmemora el 75º aniversario de la formación. "Los obligué a leerlo", admite, entre risas, el penúltimo director de Airiños, Xesús Santos, yerno del enfermero Rodríguez -también miembro fundador- y abuelo de uno de los niños actores.
Los actores fueron multados en 1961 por llevar a Catoira a Fiestra valdeira
En el franquismo, los niños sabían leer en gallego por el contacto con los textos
Santos quiso que todos los jóvenes de Airiños conociesen el libro porque durante muchos años la negación del pasado fue el gran drama del grupo. A finales de los 50, el exilio de Rafael Dieste, rianxeiro como ellos, era una incógnita para la generación nacida en la guerra. "Lo ignorábamos todo de nuestro pasado, todo quedó borrado", lamenta. Desde 1939, Airiños sobrevivía a la censura porque su actividad apenas iba más allá de la parroquia. Los actores nunca abandonaron el gallego como idioma y hasta se atrevieron a representar en Catoria A fiesta valdeira, la pieza del exiliado Dieste, sin permiso del delegado de Información y Turismo de Pontevedra. Faustino Rey Romero, "un cura que se decía anticlerical", pagó la multa y el propietario del cine de Catoira que acogió la función cerró dos domingos. Aun con tales antecedentes, Airiños resistió la dictadura colocando en la dirección a Ramón Pimentel, un sastre sin pasado que al empezar la guerra tenía 18 años, y relegando a un segundo plazo a los veteranos, los marcados por el activismo cultural durante la República.
Airiños nació al abrigo del Centro Galeguista de Asados, que al año de su fundación ya tenía 151 socios, atraídos por el mensaje político pero también por la oportunidad de hacer teatro. La vocación nació casi de repente, después de que los jóvenes aficionados de Rianxo, entre ellos Manolo Rodríguez Castelao y Xosé Losada Castelao, primos del autor de Sempre en Galiza, llegaran a Asados con su grupo de teatro. La velada debió de despertar la envidia sana de los chicos de la aldea, que al poco tiempo tenían su propia formación. El grupo se estrenó con A retirada de Napoleón, de Xavier Prado Lameiro. Sobre las tablas, un diputado extranjero, el Napoleón, intentaba ganarse con engaños y sobornos a unos vecinos hartos de corrupción "Era una obra de claro mensaje político", recuerda Santos, que la dirigió en 2008 con motivo del 75º aniversario de Airiños.
A diferencia de otros grupos que asumieron el castellano y se limitaron a llevar a escena piezas "sobre indianos que volvían y ya no sabían hablar gallego", Airiños se mantuvo firme en su espíritu de "hacer teatro del pueblo y para el pueblo". "Siempre creímos que había que llevarle cultura a la gente, para levantarle la moral", defiende Santos. En plena dictadura, los chavales de Asados leían y escribían en gallego, el idioma propio denostado en las escuelas, gracias al arduo trabajo de memorizar y copiar a mano los textos.
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