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La crisis del euro | La respuesta de los socios

Europa muestra sorpresa y un fuerte disgusto por el anuncio de Papandreu

Merkel y Sarkozy convocan al primer ministro griego a una cena en Cannes

Como en el cuento, los líderes de la Unión Europea vendieron el pasado jueves la piel del oso antes de cazarlo, esta vez en forma de acuerdo para salvar a Grecia y consolidar la zona euro. La ficción les ha estallado en la cara como una granada, dejándoles una vez más en evidencia ante unos mercados que les consideran incapaces de resolver los problemas de la eurozona. Grecia ha vuelto a colocar a la UE y a la eurozona a los pies de los caballos, de donde volverán a intentar rescatarla a partir de hoy Angela Merkel, Nicolas Sarkozy y los restantes europeos llegados a Cannes para asistir al G-20. El presidente y la canciller han decidido que entre todos ellos, más el Fondo Monetario Internacional (FMI), deberán fijar urgentemente la hoja de ruta para aplicar lo pactado la semana pasada en Bruselas, diga lo que diga Yorgos Papandreu sobre la celebración de un referéndum.

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La misma estupefacción que hizo despeñarse a las Bolsas se apoderó de los dirigentes europeos, irritados además al verse sorprendidos por la decisión, no comunicada previamente, del primer ministro griego de someter a consulta popular la medicina salvadora que quiere administrar la UE a Grecia. Una receta que fue afinada tras largas horas de tira y afloja los pasados miércoles y jueves en la cumbre de los líderes de la zona euro. Hay motivos más que suficientes para pensar que el resultado del referéndum sería negativo -ayer mismo un sondeo daba un 60% de rechazo, aunque el 72% de los griegos quiere seguir en el euro-, lo que provocaría una quiebra descontrolada de Grecia y con ella el desarbolamiento de la eurozona. En esa situación hasta la UE estaría en peligro, según repiten los analistas.

Merkel y Sarkozy, los padrinos del acuerdo de la pasada semana, se pusieron inmediatamente manos a la obra para responder al desafío griego, calificado de "irracional y peligroso" hasta para el propio Papandreu por un allegado al presidente francés. Tras hablar por teléfono emitieron un comunicado taxativo: "Francia y Alemania desean que, en consulta con sus socios europeos y con el Fondo Monetario Internacional, se elabore cuanto antes una hoja de ruta para garantizar la aplicación de este acuerdo".

"Este acuerdo", el alcanzado la pasada semana, fue glosado por ambos en términos encomiásticos. También Herman van Rompuy, como presidente del Consejo Europeo y de la cumbre del euro, y José Manuel Durão Barroso, como presidente de la Comisión, lo valoraron en otro comunicado usando prácticamente las mismas palabras, en prueba del toque a rebato dado al más alto nivel ante la nueva crisis que se cierne sobre el euro. Los cuatro subrayan lo acordado sobre Grecia -hasta dan por hecho un acuerdo que está lejos de ser cerrado para que la banca asuma una quita del 50% de la deuda griega- e insisten en los beneficios del plan, orientado a reducir la deuda griega al 120% del PIB en 2020.

"Esta importante reducción aliviará la carga sobre el presupuesto griego y, en consecuencia, sostendrá políticas de crecimiento y empleo", dicen Van Rompuy y Barroso, o "un crecimiento sostenible", según el eje germano-francés, pronósticos para tentar a los rebeldes griegos con señuelos de lo que más necesitan. Y por si no les quedara claro que la receta elaborada la pasada semana es la solución adecuada a sus ingentes problemas, los dos presidentes de Bruselas se lo dicen directamente a los helenos: "Estamos convencidos de que este acuerdo es lo mejor para Grecia". Y lo mismo el de París, tras convocar reunión de urgencia con su Gabinete interministerial: "Francia estima que el acuerdo de Bruselas es la única vía posible para resolver la crisis de la deuda griega".

Merkel y Sarkozy acordaron volver a verse esta tarde en Cannes -donde la canciller no pensaba llegar hasta mañana y donde sí iba a estar el presidente, en calidad de anfitrión del G-20- en una reunión de consultas con las instituciones europeas y con el FMI. Luego cenarán todos ellos con Papandreu. El objetivo es único: "Tomar todas las medidas necesarias para poner en práctica sin dilación el acuerdo alcanzado el pasado 27 de octubre en Bruselas", según el comunicado conjunto francoalemán.

Se trata de volver a la carga, por enésima vez, para intentar dar solución a un problema que en una y otra ocasión se les escapa. Justo en vísperas de la cumbre de la pasada semana, una alta fuente del Consejo confesó la esperanza de que lo que se iba a acordar sirviera para "que en algún momento los mercados vean que somos serios; aunque no sepamos cuándo llegará ese momento". Los mercados, que no las tenían todas consigo sobre lo pactado, a pesar de la grandilocuencia de las explicaciones poscumbre de los distintos dirigentes europeos -Sarkozy llegó a dar cifras en dólares para, se justificó, que los mercados entendieran el alcance del acuerdo-, solo han necesitado cinco días, con un fin de semana de por medio, para armarse de razones sobre la dudosa capacidad que atribuyen a los dirigentes de la Unión.

Entre el aluvión de críticas a Papandreu también era posible espigar ayer algunos comentarios positivos, entre los que destacaban los aplausos de las ediciones en Internet de medios tan influyentes en Alemania como el Frankfurter Allgemeine Zeitung y el Spiegel. Más previsible era la comprensión hacia su anuncio manifestada por los correligionarios del primer ministro griego a ambos lados del Rin.

Nicolas Sarkozy y Angela Merkel charlan en la cumbre europea del pasado 21 de julio.
Nicolas Sarkozy y Angela Merkel charlan en la cumbre europea del pasado 21 de julio.JOHANNES EISELE (AFP)

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