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Maribel Verdú revive en dos películas el sitio de Sarajevo

Las obras de Šejla Kameric y Anri Sala pasan a la colección del Macba

¿Cómo acaba una actriz como Maribel Verdú en Sarajevo, rodando a la orden de dos reconocidos videoartistas? "Por casualidad, como casi todo en la vida. Šejla me había visto en la película mexicana Y tu mamá también y le había gustado mucho", explica Verdú. El resultado de su incursión en el mundo del videoarte se plasma en dos obras distintas, ambas tituladas 1395 days without red, que se exhiben en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba), hasta el 9 de enero. En principio, debía ser una única película, pero en la fase de edición los dos artistas, la bosnia Šejla Kameric y el albanés Anri Sala, decidieron hacer dos. Aunque no se habla de enfrentamiento, el hecho de que no se dirigieran la palabra y casi ni siquiera cruzaran las miradas durante la presentación, apunta a las tensiones que generó el proyecto.

El título se refiere a que los ciudadanos de Sarajevo, durante los cinco años que duró el cerco, no pudieron llevar colores llamativos para no convertirse en blanco fácil de los francotiradores. Fue una situación cruel e imposible que se convirtió en normal para una entera ciudad. Unas 50.000 personas resultaron heridas durante el cerco y entre los 12.000 muertos figura el padre de la artista. "No es algo especial. Todos tuvimos un familiar o un amigo asesinado por los snajper", asegura Kameric. Tan solo había un lugar seguro: el frondoso parque, y ambas películas empiezan ahí. La protagonista debe cruzar la ciudad para llegar al lugar del ensayo. El espectador lo deduce por la alternancia de planos entre el recorrido de Verdú y la Orquesta Sinfónica de Sarajevo -que nunca interrumpió su actividad durante el sitio- ensayando la Patética, de Tchaikovsky, bajo la batuta de Ari Benjamin Meyers. "Para mí ha sido como trabajar con tres directores", asegura Verdú. La música, en ocasiones tocada por la orquesta y en otras tarareada por ella, es el hilo narrativo que sustituye los diálogos.

Junto a la composición sonora, el respiro revela el peligro y marca el compás de espera, cuando los ciudadanos se paran en un cruce, en colas espontáneas en las que nadie tiene prisa. Es el momento de la apuesta con el destino, cada cruce puede ser el último: mujeres elegantes que no pierden la compostura, jóvenes que corren veloces y viejos que pasan lentos, mirando asustados y desafiantes las montañas. Cuando un rayo de sol parece traer algo de alivio en la plúmbea pesadez de la situación, resuena el disparo, seco, rápido, como una rama quebrada y todo vuelve a sumirse en el horror.

Las dos obras -ambas de 50 minutos- son distintas, aunque se hayan realizado a partir de idéntico material visual y sonoro. Todo está en el montaje. Su realización marca un hito en la trayectoria de la Fundación Macba, que por primera vez ha coproducido una obra con otros dos centros, Artangel de Londres y el Museo Van Beuningen de Róterdam, a través del coleccionista Han Nefkens.

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