El galerista 2.0
Primero cambió su local en Fortuny por un taller mecánico. Y ahora Pepe Cobo reinventa 'online' la que ha sido su profesión durante los últimos 25 años
Pepe Cobo lo tenía todo como galerista: un espacio en la mejor zona de Madrid, una cartera de artistas de primera fila y presencia en todas y cada una de las grandes ferias internacionales. Sin embargo, en 2009, 25 años después de abrir su primer espacio en Sevilla -La Máquina Española-, se dio cuenta de que había algo que no cuadraba.
Ese año fue el de la transformación de Pepe Cobo, una imponente galería al uso en la calle Fortuny, en pepe cobo y cía, en minúsculas, un espacio artístico instalado en un antiguo taller de coches que inauguró, muy literalmente, con la exposición titulada Cambio de aceite. "La transformación vino de analizar qué papel podría tener una galería como la mía, que estaba en primera línea mundial, desde Madrid, con una posición geográficamente menos favorable que otras capitales europeas y en un país con menos potencial económico", reflexiona Cobo.
Había hecho sus cuentas: el 50% de las ventas mundiales de arte se realiza en subastas; el otro 50%, en galerías y de este 50%, la inmensa mayoría se realiza en las grandes ferias internacionales. Cobo llegó a la conclusión de que su modelo no le compensaba: "El negocio de las galerías se ha concentrado mucho en las grandes capitales: París, Londres, Berlín, Milán, Nueva York... Eso deja a Madrid mucho más al sur de Europa. España es un país lateral en el mercado del arte. Desde el punto de vista de un artista de primera fila, ¿para qué necesitas una galería en Madrid si estás a dos horas de Alemania?", señala Cobo, por cuya galería desfilaron, a lo largo de los años, las obras de John Baldesssari, Juan Muñoz, Julião Sarmento, Robert Mapplethorpe, Andy Warhol, Bruce Nauman o Zoe Leonard, entre otros autores.
Hace hincapié en que una galería es, ante todo, un negocio.Punto que a veces se diluye o desvirtúa por el hecho de que la mercancía que se vende es arte. Por eso, su análisis del mercado, combinado con el desarrollo de las redes sociales, le llevó a la conclusión de que la intermediación en el mercado del arte podría ir por otros derroteros y de que la función tradicional del galerista tendría que reinventarse. Así, pepe cobo y cía nació como un "espacio alternativo" en el que se desarrollan proyectos artísiticos específicos y desde donde Cobo sigue asesorando a empresas en la compra de obras paras sus colecciones y actuando como comisario.
Para el año que viene prepara una colaboración con José María Sicilia en el Hospital de la Caridad de Sevilla y otra iniciativa más, Múltiplos de cinco, para el Museo de Bellas Artes de Santiago de Chile. Hace un par de años viajó al país latinoamericano, sin apenas contactos, y quedó fascinado por su potencial. "Hay muchas cosas que están por hacer y es un país serio y que ofrece seguridad jurídica. Se trabaja muy bien allí", asegura.
Cibercoleccionistas
Pero su proyecto más reciente es El aprendiz de coleccionista, una especie de galería virtual accesible a través de la web en la que, cada tres meses, se presentará el trabajo de seis artistas emergentes. Concretamente, cinco obras de cada uno, con precios de entre 1.000 y 3.000 euros. "Es una forma de dar visibilidad a artistas jóvenes en un contexto que, a causa de la situación económica, se vuelve más conservador porque se prefiere comprar nombres consagrados", explica Cobo. Con esta iniciativa, quiere, además, ofrecer a un público no experto la posibilidad de iniciarse en el coleccionismo a través de Internet: "Después de analizar el comportamiento de la gente de entre 25 y 45 años me di cuenta de que el contenido pasa necesariamente por la Red".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.