Gestión volcánica

Por mucho que una erupción volcánica en El Hierro fuera esperable dada la naturaleza de la isla y que las señales sísmicas lo anunciaran, la gestión de una crisis como la vivida allí es una tarea complicada. Y para evaluarla hay que sopesar factores que a veces llevan a conclusiones contradictorias. Uno de ellos es el de extremar las medidas de precaución, que crean alarma e importantes molestias a la población cuando se ponen en marcha, pero producen después perplejidad cuando se retiran. Reflexionar sobre lo ocurrido y preparar protocolos adecuados sería lo más conveniente para encarar futuros incidentes de esta naturaleza.

En este tipo de crisis es esencial la acumulación de conocimiento científico, lo que implica, dada la pluralidad de campos relacionados, una buena coordinación, rápida y permanente, de científicos e instituciones. Y es en este punto en el que se han vislumbrado más deficiencias. El Instituto Geográfico Nacional ha llevado la iniciativa, al ser la institución encargada de la red sísmica en la que se detectaron los primeros indicios. Sin embargo, no fueron movilizadas con la premura y la extensión necesarias otras instituciones con experiencia y conocimiento en este asunto, lo que ha creado malestar en una parte de la comunidad científica potencialmente concernida.

La ausencia de un barco oceanográfico durante la práctica totalidad de la crisis ha sido uno de los episodios más significativos, aunque no el único, de las carencias de su gestión, algo que ha dejado una sensación de falta de diligencia e incapacidad de sumar a todos cuantos tuvieran algo que aportar. Constituir en los primeros momentos una "célula de crisis" técnica, formada por científicos y representantes de organismos relacionados con la geología y la vulcanología, habría podido aportar una idea más completa de lo que estaba ocurriendo y ofrecer un mejor asesoramiento a las autoridades competentes.