Las casi desaparecidas Brigadas Rojas
El asesinato de Moro marcó el declive de la banda italiana
Es prácticamente imposible encontrar alguna similitud entre el final de ETA y la agonía de las Brigadas Rojas. El terrorismo italiano, que creció de forma paralela al neofascista, vinculado a los servicios secretos del Estado, surgió a finales de la década de los sesenta y sus acciones se prolongaron hasta mediados de los años ochenta.
Pero tal vez el momento que supuso la autodestrucción de las Brigadas Rojas fue el secuestro y asesinato del líder democristiano Aldo Moro, en el año 1978. Salvando las distancias, se puede decir que la repulsa que provocó aquel crimen en la sociedad italiana es similar al que la española sintió ante la muerte del concejal del PP del pueblo vizcaíno de Ermua, Miguel Ángel Blanco, en 1997.
Aquel asesinato de Aldo Moro causó además una profunda convulsión ideológica en la organización, despreciada ya por el Partido Comunista italiano y por los sindicatos. Las Brigadas Rojas iniciaron desde entonces un decaimiento progresivo y fatal. De hecho, se fueron fragmentando en grupúsculos hasta desaparecer casi por completo.
Sin cese de la violencia
El "casi" se explica porque, al contrario que en el caso de ETA, las Brigadas Rojas jamás protagonizaron una declaración formal de cese de la violencia. Los objetivos revolucionarios de la organización italiana eran de por sí más abstractos e indefinidos que las reivindicaciones independentistas que supuestamente perseguía ETA. Otra diferencia sustancial es la aparición de los arrepentidos. Utilizando sus testimonios, y también la guerra sucia, la policía asestó golpes devastadores a la organización a finales de los década de los setenta. La desbandada fue general, aunque no definitiva.
En los noventa surgieron las llamadas Nuevas Brigadas Rojas, responsables de al menos dos asesinatos, y de forma esporádica han ido surgiendo organizaciones al rescoldo de la misma marca terrorista. De hecho, no es fácil responder a la pregunta de si las Brigadas Rojas están ya definitivamente muertas y enterradas.
Todo parece indicar que sí, al menos con esa denominación, pero tras los graves disturbios ocurridos la pasada semana en Roma el fantasma del terrorismo de los setenta volvió a sobrevolar sobre el país como un mal recuerdo.
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