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Reportaje:El final de la violencia etarra

"Mi cárcel ya no va a existir"

Dos concejales del PSE y el PP del feudo 'abertzale' de Mondragón, donde fue asesinado Isaías Carrasco en 2008, relatan su primer día tras el cese de la violencia

Estas van a ser las primeras elecciones generales sin la amenaza latente de ETA. Sin la posibilidad de que, en cualquier momento, la banda tiña de sangre los comicios. Hace tres años y siete meses, el exconcejal socialista de la localidad guipuzcoana de Mondragón, Isaías Carrasco, cayó abatido a tiros en el portal de su casa, delante de su mujer y de su hija mayor, en plena campaña electoral. Fue el 7 de marzo de 2008, cuando salía de casa para ir a su trabajo en el peaje de Bergara, en la autovía A-8. El jueves por la noche, a su compañero del PSE y actual concejal, Aritz Arrieta, lo primero que le vino a la mente tras conocer la declaración del cese definitivo de la violencia por parte de ETA fue el recuerdo de Isaías. "Estará en algún lado, viéndonos ahora. Lo mataron por nada, para acabar reconociendo su derrota y que con las armas no podían conseguir absolutamente nada".

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Algo parecido pensó Icíar Lamarain, la única concejal del PP en el municipio. El anuncio le pilló en Vitoria, en una reunión con la consejera de Cultura del Gobierno vasco. "Nos interrumpieron para explicarnos lo que decía el comunicado", recuerda. "Cuando escuché lo del cese definitivo de la lucha armada me recorrió algo de arriba abajo todo el cuerpo. Fue entonces cuando le vino a la mente Isaías. "Pero también otros muchos como Fernando Buesa, Gregorio Ordóñez...". Luego, cuando leyó el comunicado con detenimiento, sintió algo de decepción. "Podrían haberse mojado un poco más", dice. "Casi justificaba lo que han venido haciendo todos estos años". Sin embargo, a pesar de su "prepotencia" se queda con "la frase de la esperanza", la del cese de los atentados.

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Aritz, el jueves por la noche, se sintió raro. ¿Era ya libre? "¿Y ahora qué hacemos?", les pregunté a sus escoltas. Lleva seis años con seguridad, desde que tenía 27. Sufriendo amenazas, cartas y pintadas en su contra, malas caras, el rechazo absoluto de sus compañeros de instituto, que ni siquiera le saludan si se lo encuentran en la calle. Por ser un concejal socialista, de familia nacionalista, en un feudo de la izquierda abertzale (Bildu consiguió en las pasadas elecciones municipales 10 concejales, uno fue para Aralar; cuatro para el PNV; cuatro para el PSE y uno para el PP).

Pero, tras la extrañeza, llegó el alivio. Y, por vez primera en seis años, salió de su casa de Vitoria, solo, para ir al supermercado porque se le había acabado el pienso para el perro. "En todos estos años no he podido hacer algo tan cotidiano y normal como esto. Hace dos días me hubiera quedado en casa y le hubiera dado arroz con pollo. De repente, me sentí libre". Ayer vio a un diputado autonómico que, por primera vez, fue al Parlamento en moto desde Bilbao. "Me dijo que quería respirar y sentir el aire".

Aritz concede esta entrevista en un parque de la capital alavesa, sin los dos escoltas que lo acompañan siempre. "Les he dado la tarde libre. Aún no sabemos qué hacer ni cómo será el protocolo, pero quiero empezar a hacer algunas cosas solo, como si todo fuera normal. Poco a poco". Antes ni bajaba a tomar un café solo. "Era dificilísimo quedar con mis amigos. Ni siquiera podía entablar amistad con un frutero o un pescadero porque cada día tenía que ir a un sitio distinto por una cuestión de seguridad. Pero ahora mi cárcel ya no va a existir", dice con una sonrisa. "Mis padres están incrédulos. Dicen que esto no puede ser tan sencillo, pero yo creo que la violencia está finiquitada. Hemos recuperado la libertad. Otra cosa será la paz, la convivencia... pero eso va a tardar generaciones".

En su primer día sin ETA, Icíar ha seguido acompañada por sus dos escoltas. Por el momento, esta edil no se fía. "Si hubieran entregado las armas nos hubiéramos quedado todos mucho más tranquilos", afirma, "aunque creo que esta vez sí van en serio y la violencia se acabará".

Aritz se hizo famoso en toda España el pasado domingo, tras salir en el programa de Jordi Evole, El Follonero, en La Sexta, dedicado al final de ETA. "Ahí se vio el odio y la rabia que existen en Mondragón hacia el mundo no nacionalista", explica. "Nunca lo he entendido, pero los concejales no nos hablamos entre nosotros. Yo doy ya por perdida la situación, no creo que pueda cambiar ahora, aunque no haya violencia. Entiendo que las nuevas generaciones van a vivir en un entorno distinto, pero todo esto llevará tiempo".

Icíar cree que esa "frase de esperanza", la del "fin definitivo de la lucha armada" puede ser un primer paso hacia la reconciliación. Es consciente de la tremenda polarización de sus vecinos, pero se niega aceptar que sea para siempre. "No podemos vivir eternamente enfadados". Pero ese camino, que según Icíar durará años, no estará exento de obstáculos. "Nosotros, al igual que los que han perdido algún familiar, no podemos olvidar. Eso sería pedir un milagro porque el daño no lo he hecho yo, nos lo han hecho a nosotros". Al mismo tiempo, reprocha la "prepotencia" de ETA y la de los que la apoyan en su municipio. "Tendrán que bajar el pistón para que la gente del pueblo deje de echarse cosas a la cara". Aritz, que desde hace un año y medio vive en Vitoria, irá algún día de la próxima semana a Mondragón, ya sin escolta. Y a tomar unos vinos con sus padres. A solas. Por primera vez en seis años.

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