El oído absoluto de Jack Kerouac
Las abundantes citas y referencias a músicos, canciones, figuras musicales e instrumentos no dejan duda acerca de la importancia de la música en la obra de Jack Kerouac. La sensibilidad del novelista para la música se percibe extraordinaria y sus onomatopeyas y transcripciones de interpretaciones musicales son sorprendentemente exactas. Su selección de nombres resulta altamente recomendable para cualquiera que desee disfrutar con lo mejor de la música norteamericana de los años cuarenta y cincuenta y, de hecho, todo el pensamiento del novelista norteamericano y su filosofía vital y literaria están impregnados de música: "La única verdad es la música", afirma en Desolation Angels.
Dentro de la profusión de nombres que -a veces como simples citas y otras como referencias y claves sutiles para iniciados- a Kerouac gusta dejar caer, encontramos a Beethoven y también a Pérez Prado más un amplio abanico que incluye hasta una referencia en Los vagabundos del dharma al rock and roll que suena en un bar de Ciudad Juárez. Su fascinación por el jazz es sobradamente conocida. Cada vez que suena algo de música en sus narraciones, Kerouac se toma la molestia de identificar de qué se trata. Billie Holiday, Charlie Parker, Dexter Gordon, Slim Gaillard, Lester Young, Anita O'Day, George Shearing y Willie Jackson se pasean por las páginas de En el camino, publicada en otoño de 1957. La descripción de cada personaje va unida a sus gustos musicales, al instrumento que toca o a los discos que posee y los buenos momentos de camaradería y amistad de las novelas de Kerouac están obsesivamente acompañados por la música que alguien interpreta o que suena en algún primitivo equipo de Hi-Fi. En Chicago, Sal y sus amigos visitan el club de Anita O'Day después de 20 líneas de una didáctica exposición sobre la historia del jazz. George Shearing es Dios para Dean Moriarty y todos los nombres y todos los sitios que Sal Paradise visita en sus correrías le traen a la memoria alguna conexión musical.
La literatura beat intenta reproducir la cadencia entrecortada, acelerada y delirante del bebop. Kerouac excusaba su creatividad febril, impulsiva y desordenada comparándola con las improvisaciones de sus músicos favoritos. La cualidad hipnótica de las novelas de Kerouac, prácticamente descriptivas, procede de la estructura rítmica de unas frases que parecen surgir a borbotones, por impulsos voltaicos y que arrastran al lector con el mismo magnetismo de la música de Charlie Parker y Lester Young. Las palabras se organizan como las notas del solo de un trompetista que teme que le falle la respiración. La reproducción que hace el novelista del fraseo del saxofonista de San Francisco cuando ataca el standard Close your eyes es perfectamente musical y lo mismo al narrador nos lleva a rememorar el de Billie Holiday.
Al final de la segunda parte de En el camino, aparece una detallada crónica de un concierto de Slim Gaillard en San Francisco. En dicha escena, encontramos una clave tal vez definitoria de la fascinación de Kerouac por la música: su alter ego literario reconoce el comienzo de C-Jam Blues en cuanto el guitarrista toca al piano sus primeras notas: do y do (C en la nomenclatura inglesa). Inevitable deducir que el propio Kerouac poseía un oído musical absoluto, única manera de identificar una nota aislada, y era un oyente privilegiado. Descripciones musicales igualmente técnicas se repiten en Kerouac. Quizá su extremada sensibilidad musical fue la herramienta que le permitió crear sus heterodoxos e incombustibles clásicos literarios.
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