Un canje de prisioneros sin frutos para la paz
El intercambio de reclusos palestinos y las negociaciones transcurren por carriles distintos - El primer ministro Netanyahu y los líderes de Hamás son reacios a pactar
"La liberación tendrá un impacto muy positivo en el estancado proceso de paz", según afirmó el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, a Reuters. Solo algunos diplomáticos se aferraban ayer como a un clavo ardiendo al intercambio de prisioneros palestinos por el soldado Gilad Shalit. Estos canjes son el único método de las organizaciones palestinas y libanesas para obtener la liberación de presos; su excarcelación es a menudo el único modo para Israel de garantizar que sus militares, como promete el Ejército, volverán a casa. Ambos retornos están cargados de una profundísima carga emocional. Pero la política y las negociaciones de paz, creen los expertos, van por un carril bien distinto. "Seguiremos luchando contra el terror", advirtió ayer el primer ministro, Benjamín Netanyahu. "No descansaremos hasta que todos los palestinos sean liberados", replicó el portavoz de la milicia de Hamás, Abu Obaida.
Nada indica que el debilitado Obama vaya a forzar el brazo a Israel
Israel y la OLP ya negociaron intercambios similares en el pasado. En 2008, también pactó el Ejecutivo israelí con Hezbolá. Las repercusiones políticas siempre fueron muy limitadas o nulas. "Este canje es un asunto muy específico, y no creo que haya nada más detrás de él", explicaba a Reuters Michael Herzog, exdirector de planeamiento estratégico del Ejército israelí.
Acontecimientos -entre ellos, la suspensión de una reunión de los mediadores del Cuarteto prevista para los próximos días- en cascada durante las últimas semanas convierten las palabras de Ban Ki-moon en un ejercicio que raya en el voluntarismo político. Encuestas recientes, posteriores a la iniciativa palestina de obtener el reconocimiento como Estado en Naciones Unidas, muestran que el 67% de los israelíes opinan que Netanyahu no cree posible un acuerdo de paz. Ya lo decía su padre, Benzión Netanyahu, horas después de que el primer ministro admitiera en 2009, con un sinfín de salvedades, la fórmula de los dos Estados. "No se preocupen. Mi hijo no hará eso", comentó el centenario historiador. Casi nadie cree que el jefe del Gobierno israelí tenga auténtica voluntad de llegar a pactar. La prensa israelí informaba días atrás de que el exsecretario de Defensa de Estados Unidos Robert Gates llamaba bullshitter (farolero, fantasma) a Netanyahu; y desde la cancillería alemana se filtraba que Angela Merkel no cree una palabra de lo que dice su homólogo israelí.
Netanyahu, excelente conocedor de Estados Unidos -donde estudió y ejerció como diplomático-, está convencido de que el corazón norteamericano late por Israel, y que ningún inquilino de la Casa Blanca llegará a forzar el brazo de su aliado en Oriente Próximo. A unos meses de que arranque la campaña electoral en Estados Unidos, nada indica que el debilitado Barack Obama vaya a enfrentarse a poderosos grupos de presión en Washington. Si durante tres años arremetió contra las colonias judías y endulzó los incrédulos oídos árabes, Obama pronunció en septiembre, en Naciones Unidas, un discurso aplaudido con ostentación por la ultraderecha israelí. Mientras, la colonización de Cisjordania y Jerusalén oriental continúa imparable.
En la acera vecina, tampoco parece que el intercambio vaya a favorecer el impulso a las negociaciones. Hamás, que se opone al proceso de paz y a reconocer al Estado de Israel, obtiene ahora un respiro con el indiscutible triunfo político que supone la liberación de mil prisioneros, sobre todo cuando el presidente, Mahmud Abbas, que gobierna Cisjordania, trataba de apuntarse un tanto con su apuesta diplomática en Naciones Unidas.
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