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Análisis:Hacia el fin de la banda terrorista
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El guion del final está escrito

Luis R. Aizpeolea

Ayer, un agente de la Guardia Civil reconoció al presidente del PSE, Jesús Eguiguren, cuando se disponía a cruzar el arco de metales en el aeropuerto de Hondarribia (Gipuzkoa) y le preguntó por el foro sobre ETA celebrado la víspera en San Sebastián. Eguiguren, que representó al PSE en dicho encuentro, le contestó: "Ya podéis estar tranquilos, que bastante habéis pasado".

La rotundidad con la que habló el presidente del PSE se fundamentaba en la información que disponía de los representantes de la izquierda abertzale con quienes conversó en el foro. "ETA no va a volver", fue la conclusión. Esto es, que ETA va a asumir el cese definitivo de la violencia que le han reclamado la conferencia y, ayer mismo y de forma oficial, la izquierda abertzale, y lo hará de modo unilateral e irreversible. No pondrá condiciones. Lo que hay son reivindicaciones de la izquierda abertzale, que el comunicado de la conferencia recoge como sugerencias, como una mesa de partidos, y que los Gobiernos y partidos no están obligados a ella.

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El guion del fin de ETA ya está escrito. Tras la conferencia del lunes y el comunicado de la izquierda abertzale de ayer, solo queda pendiente el comunicado de ETA que cerrará el círculo. Es un guión elaborado por la izquierda abertzale con el apoyo de los facilitadores internacionales y consentido por ETA.

Eguiguren y el ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui, asumen que la conferencia internacional y los sucesivos comunicados de la izquierda abertzale y ETA son el ropaje con que se ha cubierto la banda terrorista para escenificar su final.

Hay un precedente de final de ETA en España, el de la rama político-militar en septiembre de 1982, que tuvo su propio ropaje. Lo anunciaron sus principales dirigentes, a cara descubierta, en una rueda de prensa multitudinaria en Biarritz (Francia). ETA p-m declaró su fin a cambio de generosidad con sus presos.

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Detrás hubo una larga negociación secreta, de casi dos años de recorrido, que protagonizaron dos políticos desgraciadamente fallecidos: el ministro del Interior con el Gobierno de UCD, Juan José Rosón, y el secretario general de Euskadiko Ezkerra, Mario Onaindia. La cerraron a un mes de las elecciones generales de octubre de 1982, cuando estaba cantado el cambio de Gobierno a favor del PSOE y la salida de la UCD.

La gran diferencia entre aquel final y el que se avecina es la distinta aceptación mediática. Aquel final, el de ETA político-militar, tuvo una aceptación generalizada, y este, el de la rama militar, se encuentra con una reacción virulenta de la derecha mediática y el sector más radical del PP.

Felipe González, que gestionó aquel proceso porque ganó las elecciones un mes después de que ETApm anunciara su cese definitivo, recordaba el lunes, en los Desayunos de TVE, cómo han cambiado las cosas de entonces a ahora. Lamentaba cómo ahora, cuando el final de ETA está cerca con un Gobierno socialista, la derecha mediática y el sector más radical del PP, con enorme eco en Madrid y mucho menos en el resto de España, ponen nuevas condiciones para no considerar el final de la banda terrorista por razones partidistas y sectarias.

González tenía razón. Siempre se exigió a ETA el cese definitivo e irreversible del terrorismo como fórmula para su final. Está en todos los acuerdos de los partidos democráticos. Y cuando ese logro histórico parece que va a llegar se dice, desde la derecha mediática y el sector más radical del PP, que eso no vale, que tiene que disolverse, lo que no ha hecho el IRA, o "arrastrarse por el fango", como dijo irónicamente el expresidente. Este comportamiento no lo encontró José María Aznar, cuando gobernaba, ni en la derecha mediática ni en su oposición política. Ni tampoco González con Manuel Fraga en la oposición.

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