Investigación
Cuando uno escucha la promesa de periodismo de investigación referida a algún programa, mejor echarse a temblar. Periodismo de investigación, en la jerga televisiva, suele tener que ver con rastrear las miserias de algún famoso, hurgar en el cubo de la basura de uno de esos seres fabricados a la escala que las cadenas proponen del ser humano: miserable, impúdico, truculento y zafio. En otras ocasiones, si existe detrás una llamada ideológica, que en España se suele ejercer de manera venal y atrabiliaria, el susodicho periodismo de investigación sirve para dar leña al opuesto o remontarse en la historia de nuestro país con ansias de imponer las versiones sesgadas y cainitas que nos caracterizan.
Es tal la degradación del término investigación que hasta se ejecuta en muchas ocasiones recurriendo al proceso de dramatización. Reconozco que huí de Equipo de investigación de Antena 3 desde una de sus primeras emisiones, cuando reprodujo el caso del celador que asesinaba a ancianas por envenenamiento en una residencia. Allí se emitieron imágenes que imitaban a las cámaras de vigilancia en blanco y negro, pero representadas por actores, para contarnos con más ahínco ese suceso tan atrayente. Ah, esos sucesos despiertan la libido de nuestras cadenas, fíjense si no en su proliferación en los noticiarios; también a eso llaman periodismo de investigación y lo ejecutan con la sutileza de un preservativo de esparto.
Sin embargo, en su última entrega, el espacio dedicó un exhaustivo recorrido a la fortuna y patrimonio de la casa de Alba. En tiempo de crisis, la peripecia amorosa de la cabeza de familia se ha convertido en la pasión española. Un episodio lúdico que ha permitido a los medios darlo todo, con escenas goyescas y trama de serial rosa, un culebrón real del que se ha evitado siempre la cara contable. Los reporteros de Antena 3 rastrearon fundaciones, empresas interpuestas, propiedades, agravios municipales, se toparon con guardias jurados y empleados opacos hasta permitirnos atisbar ese monumento feudal que permanece inamovible al paso del tiempo. Una mirada por la cerradura a unas formas del pasado, pero aún presentes, sólidamente ancladas en nuestro despiste, en nuestra distracción dirigida siempre hacia el esperpento, lo superficial y lo intrascendente. Apasionante.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.