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Columna
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A ver si cuela

Una incorregible inocencia. Tropezarse de improvisto con su rostro en los medios no hace más que infundirnos bienestar y multiplicar nuestra confianza. Posee el porte seguro y disciplinado de quien está acostumbrado a pasar revista a una guardia de honor. Es así como se promociona Núñez Feijóo. El patrón de éxito de nuestro presidente no hay que buscarlo en los libros de liderazgo empresarial o político sino en el arte de engañar que aplaudía cínicamente Alexander Pushkin: "Me gusta más el engaño que nos eleva que las verdades oscuras y bajas".

Es mejor desistir de la vana pretensión de dar con el auténtico Feijóo. Tenemos un presidente orteguiano. Él es él y sus circunstancias, pero son siempre las circunstancias las que mandan y él cambia al compás de las circunstancias. Hablemos de la Operación Campeón o de la volatilización del sistema financiero gallego, del hundimiento de la producción industrial o de la fosilización de su Gobierno de la eficacia y la regeneración democrática, todas sus responsabilidades se disuelven en las circunstancias que lo sitian: las hipotecas heredadas del bipartito, la inquina revanchista del Gobierno de Rodríguez Zapatero, los mermados presupuestos forzados por la austeridad o el negro presente engendrado por la crisis económica global.

Feijóo representa todas las promesas incumplidas del cambio conservador, ese oxímoron de moda

La única verdad del presidente es que el infierno son los otros y para que quede claro se acompaña siempre de luz y taquígrafos que velan por su honestidad y recto proceder, sea en la transparente sala de recepciones, en una oscura gasolinera o en las brillantes alcantarillas del poder. El Gobierno conservador no es responsable de nada. Los taquígrafos de Monte Pío reiteran en los medios de comunicación, públicos, privados y mansos, que él quiere, pero no puede, resolver los males que nos afligen porque en Galicia, queridos conciudadanos, gobiernan las circunstancias y no el Partido Popular. Gracias a las engañosas circunstancias de Feijóo, Galicia se eleva de cero a... nada.

Aunque se incinere toda la provincia de Ourense, se especule frívolamente con el ahorro de los gallegos en los casinos financieros o se asfixie la economía de Galicia bajo el peso de los ERE que desertizan comercio e industria, las circunstanciales labores de gobierno no distraen a nuestro presidente de su misión suprema. Para que retornen las grandes glorias, multiplica su presencia en tierras de España y sus antiguas colonias, e incluso está dispuesto a atacar al PSOE más allá de Orión, para agrandar la fortuna electoral de Rajoy. Feijóo predica, allí donde hay hambre de renovadas ilusiones, la prudencia ante la euforia que emana de los sondeos preelectorales y se ofrece como elegante estampa de que el cambio conservador es justo, necesario y deber de salvación.

Nuestro presidente tendría los días contados como gobernante si los gallegos, en lugar de aceptar su exculpatorio imperio de las circunstancias, dieran crédito al dramaturgo alemán Heiner Müller que enmendaba la máxima de Ortega y Gasset afirmando "yo soy yo y mis consecuencias". Si atendemos a las consecuencias de sus políticas, Núñez Feijóo representa todas las promesas incumplidas del cambio conservador, ese oximoron de moda que está llamado a arrasar en el mercado electoral del 20-N como remedio universal para las muchas dolencias que empañan el presente y futuro del Reino de España.

En su márketing de guerra, Galicia es el laboratorio de grandiosas transformaciones y él y sus circunstancias son el ejemplo adelantado de la nueva España que viene pidiendo paso. Avalado, de nuevo, por la sabiduría de Ortega ("el mando debe ser un anexo de la ejemplaridad"), Feijóo saca pecho como gobernante ejemplar y hace ondear una hoja de méritos de fábula: progreso y orden; libertad sin imposiciones; reformas sin recortes; hacer más con menos para reducir la obesidad del gasto en la Xunta y hacer más grande a Galicia; y, sobre todo, la cordialidad como marca de prestigio de un Gobierno abierto y en diálogo permanente con los ciudadanos. Un producto sin contraindicaciones.

Podemos estar seguros de que Núñez Feijóo no regateará esfuerzos para que el feliz 20-N pueda ser bendecido, desde el balcón de Génova 13, como uno de los principales y más eficaces agentes electorales del PP. Con semejante entrega, suspiran los incondicionales de nuestro presidente, don Mariano le deberá la mayoría absoluta y la presidencia del Gobierno. Está por ver si Rajoy se deja impresionar y le agradece los favores. La verdad oscura y baja es que será la pavorosa crisis económica, y no la ejemplar política sin consecuencias de Feijóo, quien le abra la puerta de La Moncloa.

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