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Columna
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Dientes, dientes

En las elecciones municipales y autonómicas de 2007, cuando la enésima derrota socialista, una candidata fracasada en su intento de recuperar una alcaldía disfrazaba su malestar con una sonrisa de oreja a oreja, animando a sus compañeros a seguir su ejemplo con una palabra: "¡Dientes, dientes!". Hasta que se encontró con una compañera de candidatura que le contestó: "Ni dientes, ni nada. Hemos perdido, estoy frustrada y enfadada y, además, quiero que se me note".

Los políticos sonríen cuando la procesión va por dentro. Sus sonrisas acartonadas, hieráticas intentan disimular su malestar, incluso su temor por lo que ha ocurrido o les puede ocurrir en el futuro inmediato. Sonríen por cualquier cosa, especialmente cuando hay cámaras fotográficas o televisivas por medio, intentado transmitir una seguridad que están muy lejos de sentir. Recuérdese el paseíllo triunfal de Francisco Camps, arropado por medio Consell y por la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, el día que fue a declarar ante el Tribunal Superior de Justicia valenciano (TSJ). Tal parecía que iba a una merienda campestre con un grupo de amigos. ¿Quién es capaz de sonreír ahora recordando aquel espectáculo?

Pero no escarmientan. Ellos siguen a lo suyo. Sonríen. Acuden al TSJ como el que va de romería o a la feria de julio. El grupo del concejal Jorge Bellver, acompañado de la inevitable Barberá, se reía al entrar en el tribunal. Es de esperar que no lo hicieran de la justicia, porque sentarse en un banquillo es cosa muy seria; aunque sea de troncharse que el regidor de Urbanismo asegurara desconocer que los Jardines de Monforte estuvieran protegidos. Pero si prefiere pasar por memo y así evitar su inhabilitación política, allá él.

Dientes, dientes. ¿Pero de qué demonios se ríen?

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