La alternativa de izquierda al desgaste socialista
La izquierda social y electoral está decepcionada con el Gobierno del presidente José Luis Rodríguez Zapatero y las encuestas indican que se está gestando un soberbio castigo electoral a su partido, una fenomenal pérdida de votos de los socialistas. ¿En beneficio de quién? De la derecha. De la misma derecha que reclama más mercado y menos gobierno.
Puede parecer una contradicción, pero eso es lo que hay. Los manifestantes que desde el verano ocupan plazas y calles de las principales ciudades españolas protestan contra el Gobierno socialista -y contra los del PP y CiU donde los hay- por aplicar las políticas económicas neoliberales tan queridas, predicadas y aplicadas también por la derecha. Al mismo tiempo, las encuestas señalan que se está consolidando una rotunda mayoría electoral que pondrá a la derecha en el Gobierno.
Iniciativa Verds ha logrado acuerdos con opciones que en Madrid y Valencia compiten entre sí en las urnas
La contradicción es el fruto de la inexistencia de una alternativa creíble a lo que capas muy amplias de ciudadanos perciben como un dilema insoluble, un monstruo de dos cabezas aparentemente invencible. Para cada vez más electores, el PSOE y el PP son en realidad igualmente rehenes del canon económico neoliberal, a pesar de que casi todo el mundo sabe que la aplicación de los dogmas neoliberales está en el origen de la actual crisis económica. Configurado como un modelo bipartidista, el sistema político-electoral español casi no deja otra opción: si se quiere echar del Gobierno a uno de los dos grandes partidos, PSOE o PP, no hay más opción que votar al otro o asumir que la abstención de los votantes de uno de los dos allana el camino al otro al gobierno.
No todo es, sin embargo, culpa del sistema electoral. Si el ciudadano elector no percibe la existencia de una alternativa, debe de ser por que no la hay. O porque la que hay no tiene consistencia suficiente. Los electores progresistas saben que en la actual economía globalizada la alternativa a la crisis debe ser también global. Y saben que una alternativa a la política económica hegemónica en el mundo occidental no se genera y articula de la noche a la mañana por mucho que Internet facilite la comunicación social. Lo saben y lo practican cuando salen a la calle en ocasiones como la del sábado pasado. Esto no quita urgencia a la recomposición local y nacional de los espacios político-electorales de las izquierdas, claro está. Las partidos socialistas se debaten en torno a cómo desasirse del neoliberalismo que ha colonizado sus praxis como fuerzas de gobierno. Al mismo tiempo, la recomposición del espacio situado a la izquierda del partido socialista va dando trompicones legislatura tras legislatura, empantanada entre la resistencia de los núcleos comunistas que quieren dirigirlo y el magma del ecologismo progresista que electoralmente no acaba de cuajar de forma potente. Los verdes han tenido en sus manos responsabilidades tan delicadas como la política exterior de Alemania, por poner el caso más señero, pero en España no hay forma de que esta opción prenda.
El último intento, el actual, es el de Equo, encabezado por Juan López de Uralde, el exdirector de Greenpeace España. Equo librará su batalla para obtener el máximo posible de los 50 o 60 escaños que las encuestas dan como perdidos por el PSOE. Para lograr este objetivo compite en parte con Izquierda Unida, particularmente en circunscripciones grandes, como Madrid y Valencia. Lo que resulte de esta competencia puede abocar a una reformulación cada vez más necesaria.
En Cataluña, en cambio, se ha producido algo parecido a la cuadratura del círculo en ese espacio político. Joan Coscubiela, ex secretario general de Comisiones Obreras, encabeza una candidatura de Iniciativa Verds que incluye a Esquerra Unida y, al mismo tiempo, ha alcanzado un acuerdo de colaboración con Equo, de forma que hay una sola opción electoral ecosocialista allí donde en otras partes, como Madrid y Valencia, por ejemplo, compiten dos o tres ofertas electorales. Coscubiela es un candidato potente, cuya trayectoria como dirigente sindical contribuye a facilitar el acuerdo entre todos y se convierte en un atractivo polo electoral para la izquierda más batalladora. Su desafío principal, sin embargo, es cómo contribuir a que esa simplificación que se ha producido en Cataluña en este espacio se verifique también en el resto de España, de forma que exista una consistente alternativa de izquierda al descontado desgaste del PSOE.
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