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Columna
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A por ellos, oé

Manuel Rivas

La campaña se presenta como un paseo triunfal para Mariano Rajoy. En el portalón demoscópico no hay ni una gatera ni una rendija alternativa. Es una situación inédita, con estos márgenes de victoria, en la balanza electoral desde la Transición. No se da esa distancia en la valoración de los candidatos, aunque no se trate de presidenciables, por lo que cabe deducir que lo que se avecina es más un derrumbe socialista que una meritoria apoteosis de la derecha. El único enigma, en este oráculo, es la magnitud del triunfo. Si se producirá por amplia mayoría simple o absoluta. En la primera hipótesis, Rajoy contaría con el más que seguro respaldo del nacionalismo gobernante en Cataluña. A eso apuntan las últimas declaraciones del portavoz Durán i Lleida. El otrora paradigma de la moderación parece ahora poseído por el espíritu de Strauss, no el compositor, sino aquel líder bávaro que tanto admiraba Manuel Fraga. Lo que más sorprende en los recientes deslices del inteligente Durán es la falta de inteligencia. Como paradoja, Rajoy cultiva la moderación y suple el silencio programático con una llamada a la concordia y a la unión. Y hasta aquí todo cuadra.

Lo que cambia el relato es el grito espontáneo que brotó al final de la gran convención. No se trataba de una turba ebria de goles o de piezas de caza, sino de los más cualificados cuadros de la derecha española. A la invocación a la concordia, la respuesta fue: "¡A por ellos, oé!". ¿Quiénes son Ellos? ¿Quién es Oé? Si uno se encuentra en la calle con una muchedumbre que corea "¡A por ellos, oé!", solo caben dos alternativas: o gritar "¡A por ellos!" o gritar "¡Oé!". Así que nos quedaríamos todos mucho más tranquilos si al balcón triunfal asoma el ex y posministro Federico Trillo con el pantalón ceñido a lo Freddie Mercury y entonando el We are the champions.

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