"Construir escuelas u hospitales en Beirut sería una forma de consenso político"
Se le considera uno de los artífices de la nueva Beirut, surgida de las cenizas de la guerra, pero él, el arquitecto Bernard Khoury (Beirut, 1968), cuando oye la palabra reconstrucción se enciende. "Volví a Beirut en 1993, al final de una guerra que duró 15 años, y esperaba encontrar una enorme obra de reconstrucción no sólo de edificios, sino de una nación. En cambio, me encontré en un limbo de amnesia colectiva, donde se quería barrer rápidamente la suciedad bajo la alfombra y evitar todas las preguntas sensibles o peligrosas. Para mí fue el inicio de una gran decepción, porque la ausencia de un balance nos ha impedido escribir nuestra historia. Nunca hubo la voluntad de reconstruir una nación y Beirut nunca ha sido reconstruida", asegura el arquitecto.
Aquellos años, cuando esperaba los grandes encargos públicos que no llegaban y firmaba proyectos (¡hasta 16!) que nunca se realizaban, parecen ya muy lejanos. Estuvo en Barcelona para abrir el curso académico del Barcelona Institute of Architecture (Biarch) y los estudiantes le han recibido como a un mito viviente. En su ponencia, titulada Combat Architecture, ha hablado de otra forma de entender su profesión, ajena a las mitificaciones y el star-system. "No estoy enamorado de la arquitectura, me gusta, pero no la amo", afirma tranquilo. Podría parecer cínico, considerando que se dio a conocer como el "arquitecto de la noche y los bohemios, de los edificios efímeros, temporales y fútiles". "Sin embargo, resultó que lo fútil -sin quererlo ni buscarlo- tenía una gran carga política. La arquitectura con la A mayúscula no son sólo los grandes proyectos institucionales, hay que buscar la carga subversiva en la cotidianeidad, en las situaciones donde la conciencia política del arquitecto es importante, es decir, en los supermercados y las viviendas más que en los museos", explica Khoury que, tras este difícil inicio "marcado por tentativas ingenuas y optimistas, siempre abortadas", fue recuperado por el sector privado y la industria del entretenimiento.
Su primera obra, la B018, una discoteca aderezada con mecanismos hidráulicos que la convierten en una extraña máquina móvil, se construyó en el lugar donde hubo durante décadas un campo de refugiados y fue teatro de una terrible masacre en 1976. "Cómo habría podido colocar un objeto extraño en un sitio con tal memoria. De ahí la idea de una estructura subterránea que durmiera de día y se despertara de noche, saliendo de las entrañas de la tierra. Los empresarios de la construcción no quisieron implicarse, así que recurrí a un constructor de autobús y otro de plantas de eliminación de basura. Finalmente lo que da al edificio su aspecto estético son las técnicas adoptadas y el B018 es un edificio que ha surgido de un contexto muy específico, no era mi objetivo recordar una máquina de guerra o algo parecido", explica.
Su capacidad de encontrar soluciones atípicas y eficaces a los problemas prácticos le puso en el punto de mira de los empresarios de los países del Golfo. Le llamaron para construir un centro comercial en Kuwait, "una pesadilla, un sitio donde no existe el espacio cívico ni la vida urbana peatonal", y ganó desbancando los proyectos de americanos e ingleses, especializados en este tipo de equipamientos. "Se dieron cuenta de que soy pragmático, subversivo, radical y sobre todo mucho más performante a nivel económico. Estoy en contra de los modelos corporativos y las tipologías establecidas, creo que deberíamos liberarnos de las limitaciones impuestas por la arquitectura y sus modelos. En mis proyectos residenciales rechazo la arquitectura represiva de las cajas de zapatos, quiero renovar las tradiciones mediterráneas y crear habitaciones donde el concepto de placer sea central", indica Khoury, que nació en una familia de carpinteros y a menudo trabaja con medios muy rústicos, básicos e incluso ajenos al mundo de la construcción.
Tras su paréntesis en los países del Golfo, Khoury volvió a Líbano ya en olor de celebridad. "No he renunciado a las nobles aspiraciones de mis inicios, sólo he cambiado estrategia, porque era equivocada. Ahora me interesa hacer un trabajo de resistencia política, ya no con la voluntad de escribir la historia, sino para dejar un testimonio del estado de las cosas. El espacio cívico está cada vez más en manos del sector privado, si rechazamos trabajar con ellos la ciudad se hará sin y a pesar de nosotros. La arquitectura ya no está a la derecha del rey. El poder se manifiesta de forma diversa. Podemos reconquistar nuestro estatus de intervención política, si aprendemos a hacer una arquitectura pertinente, contextualizada, y a manipular la realidad para crear un mundo mejor", afirma. El arquitecto, que ha realizado también instalaciones artísticas (por ejemplo, Derailing Beirut, para el MAXXI de Roma, "una ruta turística infernal para satisfacer la curiosidad casi malsana de Occidente por Beirut"), actualmente está desarrollando nueve proyectos, que estarán acabados en los próximos dos años, todos ellos en Líbano, excluyendo una residencia en Belgrado (Serbia) y todos con financiación privada.
"He necesitado varios años para entender que teníamos un Estado corrupto, fracasado e incompetente, que no ha sido capaz de reconstruir la nación ni de escribir su historia. Estoy completamente desilusionado con las instituciones locales, producto del mismo fracaso político, la misma incompetencia y deshonestidad. No estoy interesado en construir escuelas y hospitales, sería una forma de consenso político. Prefiero pensar en mis proyectos como dispositivos urbanos que provocan comportamientos y crean situaciones".
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