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Columna
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'Pa negre' desde dentro

Mercè Ibarz

En la relación estrecha que el cine mantiene desde sus inicios con la literatura, hay ocasiones en que los amoríos llegan a un maridaje logrado y se expanden. Crean un buen filme, dan nueva vida a novelas y cuentos y, a la vez, amplían el imaginario visual y el literario existentes en su propio contexto. Claro que una obra ha de poder ser vista desde cualquier contexto, pero no son desdeñables las interpretaciones desde dentro, al contrario, son imprescindibles. Es cierto que estas lecturas son exigentes, pero también lo es que procuran grandes satisfacciones. El cine es el arte de la elipsis, de decir mucho con poco, y cuando el espectador rellena eso que está y no está dicho en la pantalla, su recompensa es enorme, su orgullo de espectador crece. El mejor ejemplo en años en la cultura catalana puede que sea Pa negre, de Agustí Villaronga. Un viaje desde dentro, desde el interior de cierta literatura llevada al cine y a la televisión, un interior en el que este director cuenta lo suyo, que es bastante.

El cine es el arte de la elipsis. Cuando el espectador rellena lo que está y no está dicho en la pantalla, obtiene su recompensa

Lo que maravilla en la película, cuando ya se han dicho tantas cosas y muy bien dichas sobre el guión, sobre la magnífica interpretación y el merecido éxito de su cineasta, es cómo se entrelaza con obras adaptadas de Mercè Rodoreda y de Blai Bonet. Hasta llegar ahí, su primera suerte fue contar con una buena productora. Los criterios de Isona Passola han sido un acierto y es una alegría asistir al reconocimiento de su densa trayectoria. El primer buen criterio fue la decisión de adaptar la novela de Emili Teixidor, cuyo impacto en los lectores no dejaba de crecer desde su publicación en 2004. El segundo, lo único que el escritor pidió, que la película fuera dirigida por Villaronga. El tercero, acompañar al cineasta en el reto de lograr una película que fuera también expresión de su propio mundo, en el que es esencial la literatura de Mercè Rodoreda y el viejo proyecto de Villaronga de rodar La mort i la primavera, así como la de Blai Bonet, de quien, también con Passola, ya ha adaptado El mar (2000).

Una de las cosas más bellas de Pa negre es cómo se constituye en eslabón de un imaginario visual, al tiempo que ayuda a reconocer los lazos entre estos novelistas, los hilos rojos interiores de cada mundo personal y creativo. Algo muy necesario en un contexto que tiende a considerar que cada autor es una isla, cuando casi todos forman parte de un archipiélago. Estimuladas por la sensible dirección de fotografía de Antonio Riestra, las conexiones abren los ojos. Ese padre joven y confuso que cría pájaros, al igual que el joven padre Quimet criaba palomas en La plaça del Diamant, y que aquí responde al nombre de Farriol, casi idéntico al de Eladi Farriols, otro padre muerto joven, personaje clave en Mirall trencat. Esa madre joven inmersa en la maraña de la historia, más perdedora de todo aún que Colometa. Esos niños confrontados a lo peor de la Historia, como en todos los libros de Rodoreda, de Teixidor y en El mar de Bonet. Esos ángeles que sobrevuelan el filme como lo hacen en las obras de estos tres autores.

Con la excepción de La mort i la primavera, que sigue esperando su turno, todas las novelas citadas han sido llevadas a la pantalla; en el caso de las de Rodoreda, al cine y a la televisión con distinta fortuna. Y ahí quedan, en aquello que Walter Benjamin denominaba en los años treinta del siglo pasado el inconsciente óptico, primer gran atributo de la imagen en movimiento. Gracias a este inconsciente óptico, las conexiones activan su circuito y tenemos la oportunidad de ver más y más.

Puede que en el contexto catalán este sea el potencial mayor de Pa negre, la razón profunda por la cual, y gracias a la cual, gana y ganará espectadores. Como han ganado lectores las obras de Teixidor adaptadas. La novela homónima conoce desde octubre pasado, cuando se estrenó la película, una nueva vida en librerías, en edición de bolsillo y también en una recuperada edición en tapa dura, algo muy escaso en el mundo editorial presente. Y lo mismo está sucediendo con el otro relato en el que se basa principalmente la película, Retrat d'un assassí d'ocells, de 1988, la primera novela de las llamadas "para adultos" de un autor que hasta entonces sobresalía en la literatura juvenil en exclusiva. Descatalogada durante años, ha reaparecido en edición de bolsillo (labutxaca, 2011). Muchos son los valores y los éxitos de Pa negre, más allá y más acá de su sobresaliente trayectoria internacional.

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Mercè Ibarz es escritora.

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