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Reportaje:

Jáuregui lucha contra la inercia

El ministro inicia la campaña electoral como miembro del Gobierno central en un territorio donde manda el PP y muy pendiente de la evolución de ETA

Los socialistas vascos resoplan cuando se les pregunta por el reto del 20-N. Son conscientes de que luchan contra la inercia del cabreo popular por los efectos de una interminable crisis, el efecto demoledor de las encuestas adversas y el ánimo alicaído tras el sopapo de las aún recientes elecciones locales. En un similar contexto tan tormentoso se desenvolverá en los próximos 40 días Ramón Jáuregui, ministro de la Presidencia y cabeza de lista, de nuevo, por el PSE-EE en Álava.

Jáuregui llega a este nuevo examen con la lección sabida, consecuencia inmediata de su vida política tan curtida. Quizá por eso ha ido, de entrada, al discurso en la distancia corta con el propósito de que fluya, en la medida que sea posible, el mensaje socialista y así contener el impacto del ciclón popular que se prevé. "Nosotros hemos hecho un ejercicio de responsabilidad para el presente y el futuro de la sociedad que quizá no lo hemos sabido explicar debidamente, pero que era imprescindible para evitar la intervención que hubiera cortado nuestro desarrollo para los próximos quince años", dijo ayer en un encuentro informal con periodistas.

El ministro buscará el cuerpo a cuerpo con el candidato popular, Alonso
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En Álava, los socialistas están acostumbrados a mirar hacia Madrid cuando se aproximan las elecciones porque está comprobado que caminan abocados a la misma suerte. Hace cuatro años, la ola socialista alcanzó tal magnitud que les permitió arrancar hasta tres diputados y el PP se contentó con el escaño de todo un exalcalde de Vitoria como Alfonso Alonso. Ahora, en un marco económico que hace tambalear al gobierno que se precie y en una situación política como la vasca transmutada por la irrupción democrática de la izquierda abertzale, el propio Jáuregui admite sin decirlo en su fuero interno que "uno y gracias". Las apuestas de entrada conceden un escaño para cada una de las cuatro primeras fuerzas (PP, PP, PNV y Amaiur), pero un resultado al alza de los populares, en un territorio donde tienen en su mano las tres primeras instituciones públicas, puede poner de los nervios a uno de los partidos grandes. Para luchar contra esta inercia tan endiablada, Jáuregui buscará el cuerpo a cuerpo en Álava con Alonso, cartel popular, en materias tan sensibles como los derechos sociales, en base a la contraposición entre las políticas aplicadas por los socialistas y los recortes que se advierten en autonomías del PP, y la mejora en el redistribución fiscal.

Mientras se asiste a esos duelos dialécticos, el ministro sabe que deberá alimentar convenientemente su argumentario electoral para dar cumplida respuesta a los interrogantes que se le plantearán en torno al incipiente monotema del futuro de Euskadi en paz. Jáuregui, satisfecho como demócrata por la apuesta política de la izquierda abertzale "después de ganar la batalla a los del hierro", hará oídos sordos, en cambio, a los impactos mediáticos de la futura Conferencia de Paz y abundará, por tanto, en la idea de que la salida a este proceso "debe ser, como hasta ahora, desde la unilateralidad" porque quienes tienen que decidirse son, precisamente, quienes aún no lo han hecho. Desde luego que, a voluntad propia, no utilizará en la campaña esta esperanzadora situación de ausencia de violencia, pero el ministro no dejará de recordar que su Gobierno allí y aquí "han hecho lo que debían para abocar a ETA a su final".

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