Euforia del iPP 4
A tenor del nivel de euforia con el que se ha desarrollado la Convención Nacional del PP celebrada en Málaga, no me atrevo a augurar lo que puede ocurrir cuando ganen las elecciones. Los festejos pueden durar más días que las Bodas de Caná, que se desarrollaron durante una semana y resucitaron hasta los muertos. Si la política, al igual que la economía, es un estado de ánimo, en el PP están que se salen. Más que un encuentro para hablar de política, parecía la junta de accionistas de un banco antes de la crisis económica: la militancia en primera fila esperando el reparto de dividendos.
Si a Mariano Rajoy le dicen tiempo atrás que puede llegar a convertirse en el presidente de España con más apoyo en las urnas de la historia de la democracia y el PP, bajo su gestión, el partido con más poder institucional, ni él mismo se lo cree, entre otras cosas porque los suyos nunca lo habían creído. La vida, a veces, depende de una casualidad oportuna. Una suerte favorable o eso que se llama chiripa. Rajoy está a las puertas de ser el próximo presidente del Gobierno por chiripa. La noche que perdió sus segundas elecciones consecutivas se asomó a la ventana de Génova con un ojo mirando a la concurrencia y el otro pendiente de la espalda, ya que algunos estaban esperando cualquier descuido para arrojarle al vacío.
La Convención Nacional del PP ha sido como las conferencias de prensa de Apple para presentar sus nuevos productos. De vez en cuando, un dirigente daba a conocer los contenidos de las App store del programa de gobierno: una aplicación para resolver la crisis económica, otra para acabar con el paro, otra para resolver el déficit sanitario y otra para pymes y autónomos, por citar algunos ejemplos. Como se trata de programas de códigos cerrados, en el PP nos dicen qué harán pero no explican cómo lo van a hacer. Una estrategia que Rajoy aplica desde hace tiempo con excelentes resultados: su partido se ha colocado líder del mercado municipal y autonómico, y aspira ahora a copar el estatal. Al encuentro solo le faltó un retoque en las siglas. Hubiera sido mucho más moderno llamarlo la Convención Nacional del iPP 4, tras el PP de Fraga, Hernández-Mancha y Aznar.
Rajoy dejó que la convención la iniciara Aznar, para él quedarse con la clausura. Con ello se visualizó que, al igual que ocurre con Apple, Aznar es todavía al PP lo que Steve Jobs era al producto de la manzana, un dirigente que despertaba un halo entre sus militantes y seguidores que todavía no alcanza su sucesor. En la convención nacional tuvieron también su minuto de gloria otros productos del PP, dirigentes que ofrecieron pistas del nuevo sistema operativo que quieren introducir en la gestión del Gobierno de España y cuya versión beta se ha probado en sus respectivas comunidades autónomas. Entre otras novedades, las mejoras aumentan la velocidad de bajada de las prestaciones sociales y la subida de los cabreos entre el personal docente y sanitario.
Sin embargo, la mayor virtud de la nueva política en España es lo que se denomina la nube. Un espacio virtual entre la tierra y el cielo donde reposa la ciudadanía, tanto los que estuvieron atentos a la Conferencia Política del PSOE con Rubalcaba como los que han escuchado las proclamas de Rajoy en la Convención Nacional del PP. Estos encuentros de hinchas con sus dirigentes, a un porcentaje muy alto de los españoles les viene a interesar más bien poco tirando a nada. La última encuesta del CIS eleva la clase política al tercer problema más importante que tienen los ciudadanos, detrás de la crisis económica y el paro. Con cerca de cinco millones de parados, a estas convenciones les pasa como a las presentaciones de Apple: que está pendiente medio mundo de ellas, pero el 90% del mundo no los puede comprar o no se los cree. Son para fanáticos de la marca.
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