Tan contentos
Ver los informativos durante los últimos meses, machaconamente protagonizados por los amenazantes dictámenes de esa cosa tan abstracta como oscura llamada mercados, provocaba fatiga y temor, e imagino que aquellos que tenían escasas cosas que perder y ya no poseen nada ni siquiera se molestaban en encender esa televisión que confirmaba cada día el Apocalypse now. Pero, a partir de ahora y hasta ese 20-N que solo debería importar a los que vivirán de sus resultados durante cuatro jugosos años, el espectáculo va a ser exclusivamente obsceno para cualquier persona decente a la que todavía le quede alguna neurona, independientemente de que pertenezcan a la tribu de los indignados o de los resignados, los abstencionistas rabiosos o los que creen en el deber cívico de votar aunque haya que taparse la nariz, los que perdieron su trabajo o saben que eso puede ocurrir mañana, los que confiaban en que una poderosa sanidad pública curaría sus males y que aunque sus hijos no pudieran estudiar en colegios y universidades privadas no tendrían problemas para estudiar una carrera si poseían inteligencia y ganas gracias a la educación pública.
Las noticias del mundo estarán centradas machaconamente en gente que agita banderas, exhiben gesto eufórico, se abrazan y se piropean, hacen señales de victoria, aseguran disponer de recetas para lograr el bienestar colectivo, hablan incansablemente con expresividad enfática, tienen claro que ellos son los buenos y los otros malos, juran estar en posesión de la verdad.
Cuenta Rajoy que no aspira a caer bien a todos pero sí a gobernarnos inmejorablemente a todos. También que se acabó esa cosa tan sectaria de tener que elegir entre bandos y trincheras. En eso estoy de acuerdo. Me han decepcionado tanto lo que se van como me inspiran grima los que van a llegar. Comparto aquel utópico anhelo de Borges de que algún día los hombres mereceremos no tener gobiernos. Y flipo al escuchar como repite varias veces el inteligente Rubalcaba: "A partir de ahora, un político, un sueldo". Sobreentiendo que antes lo normal y justo era: "Un político, siete sueldos". De la tentación añadida de pillar en la caja común, no dice nada. ¿Quienes serán los que le tienen ganas a Blanco? Imagino que, sobre todo, los parados.