Todo un gancho
Figura clave del teatro independiente argentino de la década de 1980, precursor del nuevo teatro argentino y maestro de directores como Javier Daulte, Daniel Veronese, Rafael Spregelburd y Claudio Tolcachir. A Ricardo Bartís (Buenos Aires, 1949) le descubrimos en el Teatre Lliure con un Hamlet radical y experimental a primeros de noventa, y hemos seguido su evolución gracias a Temporada Alta, festival que le ha programado, con este montaje, un total de cuatro veces. En Donde más duele (2003) cuestionaba los códigos morales de una sociedad que ha sustituido los mitos por los futbolistas a partir de un Don Juan hecho jirones; con De mal en peor (2007) nos mostraba la realidad de su país en plena crisis (se estrenó en 2005), dominado durante años por la dictadura y la opresión económica a partir de las miserias de dos familias. La pesca (2009) era la primera parte de una trilogía deportiva a la que sigue El box y que se cerrará con El fútbol; el deporte, pues, y su violencia, sus delirios de grandeza, su a menudo confusión organizativa y su inevitable derrota como eco de la historia de un país.
EL BOX
Texto, espacio y dirección: Ricardo Bartís. Intérpretes: Mirta Bogdasarian, Pablo Caramelo, Adrián Fondari, Andrés Irusta, Matías Scarvaci, Jazmín Antar, Mariana de la Mata. Vestuario: César Taibo.
Espai La Pineda, Sant Gregori, Girona. Hasta el 9 de octubre.
El box nos sitúa en un viejo gimnasio para boxeadores en el que La Piñata, apodo de Maria Amelia, quiere celebrar su cumpleaños. Boxeadora en sus tiempos mozos, cuando podía hacerse pasar por un chico para subir al cuadrilátero, La Piñata se desvive, a sus 50, con los preparativos de lo que quiere ser un ritual para recuperar la intensidad de los combates de antaño. La acompaña Aníbal, su marido y exlocutor deportivo, que no acaba de ver claro tanto afán de fiesta. Nada sale como La Piñata desea; ni aparecen los invitados, ni funcionan las luces con las que ella ha decorado el espacio, ni se siente a gusto con la peluca, ni aguanta ya los embates de los dos púgiles contratados para animar la reunión. La frustración la vemos venir desde el principio de la función. El teatro de Bartís no es de grandes giros argumentales; es más bien de situaciones, de atmósferas decadentes que nos calan hasta los huesos. Es un teatro de supervivencia que no necesita de grandes puestas en escena para plasmar el dolor de sus personajes, fantasmas de lo que fueron, ahora moribundos y delirantes que se expresan con gestos desesperados y agónicos. Sensacional, por ejemplo, el recorrido por las calles de Buenos Aires a partir de unas imágenes de Las Vegas del Rat Pack que preceden a un combate de Cassius Clay. Bartís tiene una gran capacidad para relacionar realidades aparentemente dispares. Y con El box, su última metáfora, nos asesta todo un puñetazo en el estómago. Hoy sábado, las dos últimas funciones, a las 18.00 y a las 21.00 horas.
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