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Cameron apela al "espíritu imperial" para sortear la crisis

El primer ministro revisa su discurso de recortes en el congreso 'tory'

A falta de anuncios concretos, David Cameron se puso ayer el traje del optimismo y apeló al "espíritu" del imperio británico para pedir a sus conciudadanos que no se vean "paralizados por el sombrío panorama y el miedo" que genera la crisis. Sus palabras, en la última jornada del congreso de los conservadores en Manchester, provocaron en algunos comentaristas evocaciones al visionario "amanecer de América" de la campaña de Ronald Reagan en 1984.

Pero el optimismo del primer ministro chocó con su agorera advertencia de que "la amenaza a la economía mundial -y británica- es hoy tan seria como lo era cuando en 2008 sobrevino la recesión". Y contrastó también con la realidad: por la mañana, la Oficina Nacional de Estadística había anunciado que la economía británica creció el 0,1% entre abril y junio, la mitad de lo previsto.

Los conservadores británicos aplauden su iniciativa sobre el matrimonio gay

"Gran Bretaña nunca ha tenido la mayor población, ni la mayor extensión territorial, ni una gran riqueza de recursos: pero hemos tenido el espíritu", proclamó Cameron en referencia al pasado imperial británico. "Rechacemos el pesimismo. Demos paso al optimismo del sí se puede hacer. Convoquemos a la energía y las ganas de pelear por un futuro mejor para nuestro país", añadió.

Llevando el agua a su molino, aseguró que "esta no ha sido una recesión normal: estamos en una crisis de la deuda", dijo, para defender la política económica de la coalición británica de priorizar la reducción de la deuda pública frente a quienes proclaman que la prioridad debería ser reactivar la economía.

Pero el primer ministro demostró que estaba pisando terreno pantanoso al verse obligado a cambiar una parte crucial de su discurso. En los pasajes filtrados el martes por la noche por Downing Street, Cameron pedía a los británicos que hicieran como el Gobierno y redujeran sus deudas personales. Una declaración que tenía el doble inconveniente de ofender a quienes no tienen medios para afrontar sus deudas y difícilmente pueden acelerar su pago, y al tiempo parecía una invitación a un ahorro excesivo precisamente el día en que la mayor cadena comercial del país, Tesco, ha anunciado un deterioro de sus ventas en Reino Unido.

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El discurso de Cameron pareció defender ante sus filas algunas políticas que no agradan a su propio partido, como la reforma de la legislación para fomentar la conversión de zonas verdes en urbanizables en la campiña, el gasto en ayuda al desarrollo o la política de salud pública. Sorprendió el aplauso con el que las bases conservadoras acogieron su anuncio de que el Gobierno va a estudiar la posibilidad de legalizar el matrimonio homosexual.

Como antes los de laboristas y liberales, el congreso tory se ha desarrollado con más pena que gloria en un año marcado más por la crisis económica que por el debate político. En buena parte porque las elecciones están a más de tres años vista.

El primer ministro, James Cameron, y su esposa Samantha.
El primer ministro, James Cameron, y su esposa Samantha.J. M. (GETTY)

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