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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Jean Leclant, el niño que se enamoró de una mastaba

El decano de los egiptólogos franceses acumuló numerosos títulos y cargos

Jacinto Antón

La egiptología francesa ha perdido a su abuelo al poco de perder a su abuela. Jean Leclant (París, 1920) falleció el pasado día 16, menos de tres meses después de la muerte -el 23 de junio- de su colega y compatriota Christiane Desroches Noblecourt. Ella contaba 97 años; él, 91. La suma de esas dos vidas consagradas a la pasión por el antiguo Egipto no parece mucho si la comparamos con la ancianidad de las pirámides o las momias, pero la riqueza del conocimiento que ambos atesoraron sería la envidia de escribas y sacerdotes. Leclant, profesor honorario del Colegio de Francia y secretario perpetuo de la Academia de Inscripciones y Lenguas Antiguas, gran oficial de la Legión de Honor, compartía con madame Desroches Noblecourt ser todo un carácter -natural si se piensa que los dos se pasaban el día intimando con reinas y faraones-.

Vivió durante cuatro años y medio en las excavaciones del templo de Karnak

Como la egiptóloga, él se apasionó por Egipto muy pronto. El hecho de ser parisiense le puso a tiro las antigüedades del Louvre y otras colecciones. A los 11 años ya visitaba con frecuencia el gran museo y quedó fascinado con la reconstrucción de la mastaba de Akhethotep y las pinturas de su capilla, llevada al Louvre en 1903 desde Saqqara. Que el niño Leclant se enamorase de ese monumento funerario fue toda una premonición, pues la necrópolis de Saqqara sería uno de sus más importantes terrenos de estudio. Pero eso llegaría mucho después. Entretanto, el niño Leclant estaba fascinado también con otras culturas lejanas y especialmente con Tíbet, cuyos remotos testimonios admiraba en el museo Guimet. Al final fue Egipto. "Fui tentado por Egipto y mordido por la oca de la egiptología", decía simpáticamente Leclant. Los antiguos egipcios consideraban sagrada a la oca egipcia por su asociación con el dios Amón.

En la Escuela Superior de Letras convirtió su sueño de Egipto en conocimientos concretos de lengua e historia. Durante la II Guerra Mundial viajó al sur para estar lejos de los alemanes y luego se enroló en la Marina. Marchó después a Viena, donde los estudios en el Instituto de Egiptología y Estudios Africanos le llevaron a interesarse por la antigua Nubia y a trabajar sobre la dinastía XXV (kushita o etíope), de los faraones negros, campo en el que fue un precursor.

Tras realizar estudios con Pierre Lacau y Pierre Montet, dos nombres legendarios de la egiptología, pasó a trabajar en el Louvre, donde conoció a Desroches Noblecourt. En 1948 entró, como ella, en el Instituto Francés de Arqueología Oriental de El Cairo (IFAO) y viajó por primera vez a Egipto. Trabajó en las excavaciones de Karnak, donde vivió durante cuatro años y medio.

Su interés se centró especialmente en el estudio de Egipto fuera de Egipto. Eso le llevó a excavar de 1960 a 1978 en Sudán, en Soleb, en el corazón de Nubia. En el propio Egipto, Saqqara fue otro gran lugar donde concentró sus investigaciones como director de la misión arqueológica francesa en la necrópolis (de 1963 a 1999). Allí se dedicó, junto al abnegado Jean-Philippe Lauer, a desescombrar, restaurar y documentar las pirámides de Teti, Pepi I y Unis. Excavó también en Axum (Etiopía) y una de sus tareas más singulares fue ocuparse en 1952 de la creación del servicio de antigüedades del país por encargo del mismísimo emperador Haile Selassie, con el que mantuvo una amistad personal.

El sabio Leclant, probablemente el egiptólogo con más títulos y cargos del mundo, defendía no obstante algunas opiniones polémicas. Estaba completamente en contra de la devolución de las grandes obras egipcias que se encuentran en el extranjero. Consideraba por ejemplo que la Nefertiti de Berlín era una extraordinaria embajadora y que en Egipto no hacía ninguna falta, pues ya tenían otros miles de esculturas. Asimismo, fue uno de los impulsores en 2005 de Libertad para la Historia, movimiento que reclamaba la libertad total del historiador y la supresión de la ley Gayssot, que prohíbe las expresiones de racismo y antisemitismo. Al movimiento se le ha acusado de hacer el caldo gordo al Frente Nacional y a los negacionistas del Holocausto, que no podrían ser sancionados penalmente por expresar sus opiniones.

Jean Leclant, en 1995, junto a las ruinas de una pirámide descubierta cerca de Saqqara (Egipto).
Jean Leclant, en 1995, junto a las ruinas de una pirámide descubierta cerca de Saqqara (Egipto).S. LYON (AP)

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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