Profesores, esos desconocidos
A raíz de la polémica desatada últimamente por la ampliación del horario lectivo, los profesores de instituto hemos confirmado el desconocimiento que la sociedad tiene de nuestra profesión, y especialmente aquellos políticos y periodistas que nos juzgan tan severa e injustamente.
En una clase podemos tener 30 alumnos con grandes diferencias entre ellos. Por ser enseñanza pública, en el mismo grupo hay siempre algunos adolescentes conflictivos. También hay alumnos procedentes de la inmigración que no saben ni hablar el castellano, dificultando aún más la tarea. En estas condiciones los profesores nos vemos sometidos a situaciones de estrés que la sociedad desconoce. Cuando termina una de estas clases, el profesor sale emocionalmente agotado. Y esto no se soluciona ni con paciencia, ni con las nuevas tecnologías. Es la nueva sociedad que hemos creado entre todos.
Dos horas más de clase no son equiparables a dos horas más en la oficina, pues significan varias horas más de trabajo. Algunos piensan que impartir docencia es saberse los contenidos que hay que explicar.
También tenemos horas de guardia, de atención a padres, reuniones de tutores, de departamentos, de coordinación, y claustros y juntas de evaluación, visitas a museos, exposiciones, excursiones, etcétera. Cuando nos ven salir del instituto, se piensan que nuestra jornada ha terminado, pero no saben que nos llevamos una cartera llena de exámenes y ejercicios, además de los problemas de los alumnos.
Y, para terminar, podemos añadir que, dentro de poco, veremos a profesores con 65 y 67 años dando clase a adolescentes, dejando en paro a los titulados de 30 y 40 años. Parece que nos espera un futuro de mayores agotados y de jóvenes frustrados. ¿Es esta la forma de crear futuro?
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