Las vías de noche
No te comas más el coco, hermano, Barcelona era el paraíso del chapero hasta que llegó Trias y puso orden en las librerías, y vio que esa rima era buena. Luego también vio que rimaba con guarderías, y así ripio ha ido convirtiéndose en vocativo de RIP. Ahora en los colegios públicos lo que se va enseñar será recorte y confección mientras en los concertados impera el código del AMPA.
Hay una autovía secreta que lleva del enseñamiento al ensañamiento, y otra que va directa de Castelldefels a Badalona, pasando por Mas y Sánchez-Camacho, que es como nombre de boca de metro noucentista. ("Por favor, señor, ¿para Mas y Sánchez-Camacho es esta línea?". "¡Abuelo!, ¿no ve que está usted en la roja?"). Parece que el 20-N, digo el que viene, no el clásico, los votos de la izquierda van a caber en un andén de la línea roja, que son los más estrechos. ¡Qué le vamos a hacer! A lo mejor podemos cantarles a los sociatas por Héroes del Silencio. Por ejemplo, el estribillo de Entre dos tierras (pero no la parte que dice "no seas membrillo" sino lo que se oye antes: "Déjame, que yo no tengo la culpa de verte caer").
Si Zapatero tuviera que buscarse estas navidades un currillo en un grupo de la movida o similar (lo digo porque le toca por quinta, no por nostalgia, que siempre fui más del Misisipi que de Alaska)... Eso, que a ZP tampoco se le ve un Bunbury, dándolo todo con la camisa abierta por donde el eurobono cambia de nombre; ni tampoco un Loquillo, aunque esté en el asiento de atrás montándoselo con una prima de riesgo; o un Ramoncín, con su chupa de polipiel como un pastorcillo que va a adorar al Bautista.
A Zapatero quizá le pasó que le gustaba Radio Futura pero se encontró con que tocaban Peor Imposible. La movida es esta: si hoy quieres conocer a alguien que curra pide que te presenten a Ana Curra. Y por el otro lado, en la línea azul, que pasa por la Sagrada Familia como todo el mundo sabe, viene tocando a toda castaña la Charanga del Tío Honorio. El futuro ya está aquí, y nosotros en el valle de los caídos por la moda juvenil.
Hace unos días estrenaron en los cines Maldà (y también salió a la venta en DVD) el documental Venid a las cloacas. La historia de la Banda Trapera del Río, que ha dirigido Daniel Arasanz basándose en el libro de Jaime Gonzalo La Banda Trapera del Río. Escupidos de la boca de dios. La película habla de nosotros, hermano, tú ya sabes, los bloques, los puentes, las vías, los casetes en la habitación, la música que oímos por gusto, pero también por desesperación, y va ganando premios por los festivales. Al libro no le dan premios porque en el mundo editorial, como cantaba La Mode, el premio eres tú.
La Banda Trapera del Río era el ruido que hacían los bloques, allí solos, en medio de la noche oscura de España. Donde aquellos chavales vivían eran los pisos de la Ciudad Satélite de Cornellà. "Venid a las cloacas", gritaban en una canción. Amábamos y odiábamos aquellas cloacas. Los bloques, todo el rato los bloques. Los suyos eran verdes, verde viento, verde rama, el barco sobre la mar y el caballo relinchando a las puertas de las casas.
Salen en el documental los de la Trapera, bueno, los que han quedado, en sus calles, en sus bares. El Rayban, que fue el primer bajista, ahora con más de medio siglo como un edificio histórico, con su americana azul celeste tirante sobre la barriga, y con las mangas que le vienen largas, y sus gafas de sol, y su camisa de cuadros pequeños. Gordo, sin afeitar, riéndose socarrón de la curiosidad de la cámara, cuenta historias de "choricillos, de grifotas, que veían pasar la vida por delante y no les dejaban subirse". Los de la peli le siguen hasta la ventana y desde ahí enseña el encuadre de los edificios que hizo el fotógrafo Salvador Costa (otro que en paz descanse) para la funda del primer single.
El batería, Raf Pulido, cascado, hinchado de enfermedad y con su gorra para taparse la cabeza pelada. Pulido es uno de los que más hablan en el documental, pero no va a vivir para verlo. Se explica con desparpajo, con gamberrismo juvenil, que resulta que ni es gamberrismo ni es juvenil sino principios insobornables, y acaso así haya sido el más trapero de la Trapera. Cuando vuelve a un local donde tocaron y ve que ahora hacen clases de danza, le entra la risa y busca el sitio donde se fumaba los porros y al oír a la maestra mueve la pelvis como echando un polvo. Una vez que Pulido cantó Nacido del polvo de un borracho y del coño de una puta en un concierto que dieron en Cornellà, su padre le expulsó tres días de casa.
Hace tres o cuatro años, Raúl, el hijo de Raf Pulido, entró como guitarrista en la vuelta de la banda. Venía a sustituir a Tío Modes, un guitarrista genial que tuvieron (tocaba la guitarra como si el eléctrico fuera él) y que se murió consumiéndose en la cama, en el piso que compartía con Raf Pulido. Había dejado de comer, se mantenía con tabaco, porros y cerveza, y se pasaba el día tumbado. Sus amigos cuentan que al final sólo tenía un par de horas útiles al día, que era cuando ensayaban.
En la película se incluyen filmaciones de algunos ensayos, y es una maravilla verle con sus gafas de culo de botella, un cigarro en el clavijero, cabizbajo, tocando introvertido, su pelo revuelto igual que una tempestad en el océano y abrigándose el esqueleto con un jersey barato. Un día, Raf Pulido se lo encontró azul, con la lengua afuera, muerto en la habitación.
Sale también en la película Jordi Pujadas, el Subidas, el último bajista, y explica cómo llegó a Cornellà procedente del rollo layetano y cómo aquellos chavales se pitorrearon de su pinta y le dijeron que si quería tocar con ellos tenía que cortarse el pelo y cambiarse las gafas de John Lennon, y entonces le adoptaron para siempre. Cuando habla de Tío Modes imita su acento malagueño. Y por supuesto que interviene Morfi Grey, la voz cantante, el vocalista que no necesitaba vocalizar porque la principal letra de aquella música era la rabia. Morfi es el más cambiante, el más voluble de la banda, y sin embargo el que transmite más autenticidad. Cada vez que Morfi grita Ciutat podrida! se conmueven todos los bloques del área metropolitana, desde Sant Cosme hasta Ciutat Badia, y las ratas sentimos cómo se nos renueva nuestra vieja desesperación.
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