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Reportaje:

A Coruña fue retaguardia croata

Hace 20 años el Split jugó en Galicia como local partidos de baloncesto

Pasa el tiempo, pero permanecen los recuerdos de las guerras balcánicas que desangraron el corazón de Europa. "¡Cómo olvidarlo!", suspira Zan Tabak desde su nuevo feudo en Girona. Entrenador del San Josep que inició el pasado fin de semana una nueva campaña en la segunda categoría del baloncesto español, Tabak lleva diez años afincado en España. Pívot longilíneo, sin excesivo músculo, pero con la excelente mano de la talentosa escuela de la vieja Yugoslavia, culminó su carrera en Real Madrid, Joventut y Unicaja tras un periplo de seis campañas en la NBA. Reenganchó en los banquillos como asistente de Joan Plaza primero con los merengues, luego en Sevilla. Pero ya había tenido una breve experiencia española. Fue en la temporada 1991-92, cuando un joven Tabak de apenas 21 años disputó como local la Liga Europea en A Coruña defendiendo la camiseta del club en el que se formó, el KK Split.

La guerra en los Balcanes obligó al equipo a ser itinerante
El Ayuntamiento coruñés abonó 25 millones de pesetas para ser sede

Aquel invierno A Coruña fue la retaguardia de un ejército de gigantes al que los tiros y las bombas impidieron jugar ante los suyos, pero que tenía algo que demostrar. "Queríamos competir, pero sobre todo recordarle a la gente que en nuestra casa había una guerra y que debía de parar", recuerda. Tricampeón de Europa los tres años anteriores, los dos últimos a costa de superar en la final al Barcelona, la mítica Jugoplástika se rebautizó para su estancia en Galicia como Slobodna Dalmacija (el nombre de un periódico local que evoca una "Dalmacia Libre"). El clima prebélico obligó a salir del equipo a los dos bases Sretenovic y Pavlicevic, al pivot Dusan Savic, que recaló en el Palau Blaugrana, y al mítico técnico Ranko Zeravika, que había asumido el relevo de Bozidar Maljkovic. Toni Kukoc, bandera del baloncesto croata tras la eclosión de Petrovic, salió ese mismo verano hacia la Benetton italiana, estación de paso hacia Chicago y Dino Radja, ya hacía una temporada que había aceptado la millonaria oferta de Il Messaggiero para jugar en Roma. "Del último equipo campeón tan solo permanecimos Perasovic, Naglic y yo", recuerda Tabak. El plantel se completó con un grupo de jóvenes y un veterano americano de vuelta, el primero que vistió la histórica camiseta amarilla, Michael Ray Richardson, un anotador cuatro veces All Star que hizo fortuna en la Gran Manzana, tanto con los Knicks como con los Nets, antes de caer en desgracia por flirtear con las drogas.

Tan desigual tropa encontró cuartel en A Coruña. El equipo jugó siete partidos en la ciudad porque de las arcas municipales se abonaron a la entidad croata 25 millones de pesetas por ser la sede de sus partidos como local. Dorna, una empresa de intermediación y gestión de derechos deportivos, había llegado a un acuerdo con la FIBA para encontrar albergue a los clubes en zona de guerra. Así, la Cibona de Zagreb se afincó en Puerto Real y nació el Partizán de Fuenlabrada. "Lo que me viene ahora a la cabeza es lo poco que disfrutamos de A Coruña", asume Tabak. "Luego pude conocer bien la ciudad y veo lo que me perdí. Recuerdo el Hotel Atlántico, los paseos por el puerto, la lluvia y la cancha, que era una plaza de toros y nos dejó a todos muy sorprendidos", apunta en referencia al Coliseo, entonces recién inaugurado. Ocurrió que el cuerpo estaba en Galicia, pero la mente en la costa dálmata. "El dinero que tenía lo gastaba en llamar a casa, a mi madre, a mi novia".

Tabak y sus compañeros se convirtieron en un equipo itinerante. "Si jugábamos en Italia nos quedábamos unos días en Milán o en Treviso, si íbamos a Israel hacíamos allí una concentración de varios días. Pasábamos semanas en A Coruña". Incluso, cuando la situación semejaba amainar, hacían parada y fonda en Split desafiando riesgos y restricciones. "Solo podíamos entrar y salir en barco hacia Rijeka porque el ejército yugoslavo había bombardeado el aeropuerto. Luego íbamos en autobús hasta Italia y ya en Trieste podíamos subirnos a un avión". Pero entrenar en Split no era seguro. Alguna vez el equipo tuvo que dejar los balones sobre el parqué para refugiarse en los sótanos del polideportivo. "En A Coruña estábamos bien, pero tenían que comprender que la cabeza estaba en otro sitio", se disculpa Tabak.

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Con todo, con un equipo desmembrado, el Slobodna coruñés compitió, se quedó a un paso de clasificarse para los cuartos de final y generó una singular expectiva en una ciudad en la que el Deportivo acababa de ascender a Primera. Desde el Ayuntamiento se justificó el gasto para acoger al equipo como un intento por que germinara la afición al baloncesto y cimentar un proyecto para jugar en la ACB.

Zan Tabak, durante un entrenamiento del Cajasol, su anterior equipo.
Zan Tabak, durante un entrenamiento del Cajasol, su anterior equipo.RODOLFO MOLINA (DIARIO AS)

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