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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La intención de Pemex

El futuro de Repsol exige que el grupo mexicano aclare con urgencia sus objetivos societarios

A pesar del tiempo transcurrido desde que se hizo pública la alianza del grupo mexicano Petróleos Mexicanos (Pemex) y la constructora Sacyr, todavía no se han despejado por entero las dudas sobre las consecuencias que tendrá dicha alianza en la gestión futura de Repsol. Se entiende perfectamente que Luis del Rivero, presidente de Sacyr, busque una mayor influencia dentro de la petrolera española para conseguir más liquidez y hacer frente de esa manera al crédito de aproximadamente 5.000 millones de euros con el que pagó su participación. Esta debilidad financiera explica bien por qué Sacyr era un accionista equivocado para Repsol, un grupo cuyos accionistas deben aceptar los largos periodos de maduración de las inversiones en exploración y refino de crudo. Ese es el origen último de la inestabilidad actual en Repsol.

Pero el papel de Pemex en esta crisis está peor definido. El informe en el que explica las ventajas de su alianza con Sacyr ofrece pistas. Alude, por ejemplo, a la facilidad de acceso del grupo mexicano a la tecnología de exploración, ventaja sin duda muy apreciable. La supuesta ventaja de controlar un grupo petrolero de primera línea mundial con una participación minoritaria ya no es tan fácil; porque una vez conocida la alianza Pemex-Sacyr, se ha abierto una pugna societaria pública muy enconada para garantizar que ese control queda en manos de quienes ahora ostentan la gestión.

Las dudas surgen de una sospecha: Pemex aspira a controlar Repsol, junto con Sacyr, para cambiar su gestión y trasladar fuera de España algunas decisiones clave aprovechando la debilidad de la constructora y las carencias de un Gobierno terminal. Esta sería la razón oculta. Como principio básico, es deseable que las empresas energéticas de carácter estratégico tengan gestión española, con sus activos protegidos de las necesidades acuciantes de sus accionistas. Porque el mercado de la energía no está globalizado y mantiene en todos los países fuertes barreras de entrada. Para evitar cualquier duda sobre la gestión española de Repsol, para impedir que un artificio societario diluya la gestión nacional, es imprescindible que Pemex y el Gobierno mexicano expliquen sus intenciones. Y, por último, pero no menos importante, que se articulen en Repsol mayorías accionariales estables. Tales mayorías exigen más inversión española.

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