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CLIC-CLAC | VUELTA 2011 | 20ª etapa
Columna
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Homenaje en Urkiola

Siguiendo el camino a la perfección, debimos de extraviarnos en algún punto hasta que volvimos a la senda buena porque la sensación de gozo pleno era más intensa en Bilbao que en Vitoria. Esto no significa que la jornada haya sido decepcionante, nada más lejos de la realidad; más bien, ha sido que lo de Bilbao dejó el listón muy alto y la resaca nos ha dejado a todos agotados.

Acabo de descender del Alto de Urkiola tras vivir una de las mejores jornadas de ciclismo de mi vida. Porque, afortunadamente, el ciclismo es mucho más que un simple evento deportivo en el que importa un simple resultado. Urkiola ayer fue una fiesta, lo mismo que el día anterior el Alto del Vivero. Y no hablo de otros puntos por los que ha transitado la carrera en estos dos días porque no lo he visto, pero estoy convencido de que no ha sido muy diferente de lo que yo he vivido.

Afortunadamente, el ciclismo es mucho más que un simple evento deportivo
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Una emocionante equivocación

La carrera se ha movido en los cánones establecidos para una etapa de estas características a estas alturas de la carrera. Que la clasificación general aún estuviese en el aire era un accidente que no hacía más que estimular la imaginación sobre lo que podíamos vivir en un día como ayer. Pero la realidad se nutre de criterios más pragmáticos, así que ocurrió lo que tenía que ocurrir: que la carrera fue incontrolable a la hora de los ataques vespertinos, que se formó una fuga amplia de la que, previsiblemente, saldría el vencedor de la etapa, que todas las bonificaciones fueron un botín para los integrantes de esta fuga y que el duro y siempre traicionero puerto de Urkiola no significó más que un fastidioso obstáculo en el camino de los fugados hacia la victoria de la etapa.

Urkiola estaba demasiado lejos de la meta para ser decisivo. Todos lo sabíamos. Desde el organizador hasta los corredores, pasando por los coches de equipo en los que se rumiaban las tácticas y por los miles de espectadores apostados en las cunetas. Sin embargo, el espectáculo no defraudó a ninguno de los allí presentes. El Parque Natural de Urkiola, mis montañas -este mi no es excluyente, pues sé bien que hay, como yo, muchos más enamorados de estas montañas calizas-, se postuló como el perfecto decorado de este homenaje a la afición. De la afición a la carrera en el caso de algunos, no de todos, pues hubo quienes disfrutaron del evento sin estar de acuerdo en su celebración por estos lares -me parece fenomenal-.

Pero de la carrera a la afición sin ningún tipo de exclusión. Todos volvimos a casa con la sensación de haber sido partícipes de algo grande que nos merecíamos hace tiempo. Gracias por el homenaje.

Juan José Cobo y Christopher Froome harán hoy cierto el dicho de que no se puede cantar victoria hasta que se cruza la última raya de meta. Una victoria de Froome es improbable, pero no imposible. Cobo ya huele la gloria, pero a aún no está asegurada. Y el organizador se frota las manos con el final de fiesta. Tan solo alguien como Hitchcock habría sido capaz de mejorarlo.

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