Aroma 'noir' en la 'rave'
Iluminación tenebrosa, humedad (física y metafórica) en el ambiente, sombras que exaltan la psicología de los personajes, dobles caras, motivaciones difíciles de establecer, mujeres fatales, pardillos engañados por las curvas y las intenciones de las hembras, pesimismo fatalista, crimen, cinismo, corrupción. Lo bueno de los códigos del cine negro es que, con un poco de imaginación, se pueden aplicar a historias en principio alejadas del clasicismo del sombrero de ala ancha, el detective privado, la persiana veneciana y el garito inmundo. También puede haber cine negro, por ejemplo, alrededor de un cibernético juego de rol o de una fiesta rave. Una puesta al día confeccionada por el francés Gilles Marchand en Black heaven, que se configura justamente como lo mejor de una función, de todos modos, irregular.
BLACK HEAVEN
Dirección: Gilles Marchand. Intérpretes: Grégoire Leprince-Ringuet, Louise Bourgoin, Melville Poupaud.
Género: negro. Francia, 2010.
Duración: 105 minutos.
Marchand, guionista de prestigio al servicio de cualquier estilo (Bon voyage, Recursos humanos, Harry, un amigo que os quiere, Lemming), da un giro a los postulados de sus libretos anteriores con una extraña y por momentos estrambótica película noir donde la confusión de identidades típica del género se traslada hacia lo que vendría a ser su apoteosis: la era de Internet. La partitura musical y el diseño sonoro, con David Lynch como referencia evidente, le otorgan un aire de cierta inquietud, pero la visualización de los macabros juegos cibernéticos resulta descorazonadora. De modo que el clima de incomodidad buscado de forma malsana encuentra su contrapunto en un desvarío visual complicado de sobrellevar.
Babelia
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