Un efímero lienzo de arena
Jim Denevan realizará hoy en Mundaka una de sus enormes obras en la playa - Las piezas del autor californiano desaparecen con la marea
Vestido con un sombrero de cowboy, con los pies descalzos sobre la arena, un rastrillo y varios palos al hombro, Jim Denevan (Santa Cruz, California, EE UU, 1961) da la sensación de ser un granjero ensimismado en una playa. Gira sobre sí mismo, ara el terreno y, cuando las distancias así se lo exigen, se ayuda de una furgoneta. Pero su trabajo no es el de un cultivador. En realidad, realiza precisos trazos que se convierten en efímeras composiciones cuya vida dura lo mismo que tarda una marea en subir.
Quien hoy se acerque a la playa de Mundaka podrá apreciar en directo, dentro del programa de actividades de The Amstel Surfari, los cuadros de este artista autodidacta cuya vida se halla intrínsecamente ligada al mar y, en un sentido más amplio, a la naturaleza.
"Trabajar en el exterior me hace sentir libre", confiesa el artista californiano
El artista trabaja también como chef y ha publicado un libro de cocina sana
Denevan se ha hecho a sí mismo. Comenzó fregando platos en un restaurante de su ciudad natal, donde poco a poco fue desarrollando su otra vocación: la comida. Tras hacer sus pinitos en la cocina, se convirtió en chef del restaurante en el que trabajaba y, desde 1993, es el gerente del Café Gabriella de Santa Cruz, cuyo menú incluye solo platos elaborados con productos biológicos. De hecho, Denevan también investiga en la agricultura sostenible y ha publicado un libro de cocina sana.
El restaurante del artista se encuentra a seis kilómetros del mar. Una mañana de 1997, este pintor que usa como pincel un rastrillo partió, como cada día, a surfear en la playa. Impulsado por un repentino deseo, empezó a trabajar con la arena. Hasta ahí, nada diferente a lo que cualquier niño hace en una playa todos los días de verano. Sin embargo, la precisión era inusitada y los dibujos fascinaban a quien los veía. "Era una especie de terapia", explica.
La terapia se convirtió finalmente en un trabajo y el californiano descubrió que muchos otros lugares en el mundo le ofrecían otras posibilidades para su labor. También comprobó que el hielo o la tierra podían ser excelentes lienzos para sus monumentales trabajos. "Las playas españolas son de las mejores para pintar. Trabajar en el exterior me hace sentir libre", apunta.
Denevan ha labrado en varias decenas de lugares, llenándolos de enormes círculos, líneas rectas y curvas o misteriosas formas geométricas. Tras pintar hoy en Mundaka tomará un avión que le trasladará a Australia, donde, durante un mes, realizará una obra en un lago seco que desaparecerá una semana después. No le preocupa: "Sé que puedo volver al día siguiente y hacer otra nueva".
Cada composición supone un reto para Denevan, incluso físicamente hablando. En una ocasión, en Siberia, recorrió casi 60 kilómetros para terminar su trabajo. Otra pieza, en Utah, tenía el tamaño de 176 campos de fútbol. "Sin duda, es un oficio exhaustivo, pero me llena", concluye.
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