El curso que viene
En los próximos días, miles de estudiantes regresarán a las aulas. No serán los únicos: a ellos se sumarán los concejales de los 251 municipioss, los junteros de los tres territorios o los parlamentarios en la Cámara de Vitoria. Metáforas al margen, en Euskadi el próximo año y medio será decisivo para configurar las nuevas relaciones políticas surgidas de él. Con ese puzzle en la cabeza, cada formación arrancará este curso con unos objetivos muy prefijados. El PNV viendo cómo la competencia de Bildu pone en peligro las cotas de poder que había cosechado en los últimos tiempos sin la izquierda radical presente en la totalidad de las instituciones. La contundente irrupción abertzale el 22-M oscureció por completo el triunfo de la formación de Iñigo Urkullu. Convertida en la segunda fuerza de Euskadi en detrimento de un PSE que se resquebraja, la nueva marca radical asestaba un golpe determinante en Gipuzkoa a los jeltzales y conseguía dinamitar cualquier entendimiento entre socialistas y nacionalistas que sirviera para arrebatarle la también conseguida alcaldía de San Sebastián.
Para resultar creíble, Bildu tendrá que poner también negro sobre blanco su gestión diaria
Con este escenario de fondo, resultará previsible que el PNV vuelque todos sus esfuerzos en los próximos meses en cuatro grandes líneas. Por un lado y más inmediato, los resultados del 20-N. Con unos datos de Bildu en las municipales extremadamente buenos (313.151 votos en el País Vasco y Navarra) y extrapolándolos a la cita en Madrid, una de las preocupaciones de Urkullu es que la coalición se haga con grupo propio en el Congreso y tenga holgura para registrar sus propias iniciativas soberanistas, defenderlas en los debates e interpelar al próximo presidente del Gobierno en las sesiones de control. El segundo reto en Sabin Etxea es apostar por un nuevo marco político basado en el reconocimiento de la Nación Euskadi que le indique el camino de vuelta a Ajuria Enea.
Hasta ahora el partido de Urkullu se ha servido de la debilidad de Zapatero para sacar brillo a su gestión. Con una mayoría absoluta del PP la noche del 20-N, los jeltzales tendrán que jugar muy bien las cartas para mantenerse a flote, rentabilizar sus escaños y conseguir su tercer objetivo en este curso: recuperar la Lehendakaritza desgastando a Patxi López de aquí a 2013 (si no se adelantan las elecciones a otoño de 2012). Ya por entonces, ETA habrá decidido públicamente dejar las armas. Un proceso de paz -el último de los retos del PNV- en el que Urkullu quiere estar muy presente. Y de hecho, lo está. Es consciente de que no se puede dejar de exigir a Bildu el reconocimiento de las víctimas de la banda armada y la petición a esta de que desaparezca. Y en este curso político que acaba de comenzar tarde o temprano la coalición tendrá que dar el paso.
Para resultar creíble, Bildu tendrá que asumir que necesitamos el reconocimiento de las víctimas de ETA, el testimonio de su sufrimiento para ser conscientes de la gravedad del problema y de nuestros deberes de solidaridad. Y más allá de esto, para resultar creíble, Bildu tendrá que poner también negro sobre blanco su gestión diaria. Tendrá que demostrar que son capaces de liderar, pactar o rechazar con argumentos proyectos como el Puerto de Pasaia, la pasarela de Mompás, la incineradora, la reforma de Anoeta o la estación de autobuses de Donostia.
El verano queda atrás. Toca pasar a la acción. Al igual que al Gobierno de Patxi López. El lehendakari -con el temor por saber cómo afectarán los resultados del 20-N al PSE- tiene por delante 18 meses para impulsar políticas que activen la creación de empleo así como la necesidad de reformas fiscales que garanticen los servicios sociales. De momento, la propuesta que ha trasladado al PNV y al PP no convence, como tampoco la ley Municipal.
Al margen de estos dimes y diretes a los que asistiremos este otoño, el lehendakari contará con la unidad ante ETA de los principales partidos en Euskadi y seguirá defendiendo la necesidad de la firmeza democrática para colocar a la banda en su final. Un escenario en que el PP de Antonio Basagoiti tendrá mucho que decir. Si no quieren quedar al margen del proceso de paz, los populares deberán trasladar de forma inteligente un mensaje muy clarificador a Génova, al igual que en la tregua de 1998.
En un plano más minoritario, veremos cómo Aralar seguirá deshojando la margarita para ver si convergen o no a las generales con Bildu, temiendo que acaben por desaparecer.
Viendo lo que se avecina, PNV y PSE deberían tener en cuenta que va siendo hora de que la situación actual aporte pactos entre sí capaces de sintonizar con la gente y buscando con seriedad respuestas al día a día. El hoy de Euskadi, con todos los problemas que nos acucian, es más libre, un poco más tolerante y más abierto al futuro que el ayer. Aprovechémoslo.
Andoni Orrantia es periodista.
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