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Reportaje:Dinero&inversiones

Este cuadro me hará millonario

Claves para sacar rendimiento a las inversiones en el mercado del arte

Miguel Ángel García Vega

Para entender el enorme poder de revalorización que a veces tiene la pintura contemporánea hay que fijarse en ocho lienzos pintados con sedimentos de plata que estuvieron expuestos en junio pasado en la sección Art Unlimited dentro de la todopoderosa feria suiza Art Basel. Esas ocho telas (de 122 - 92 centímetros cada una) las firma un joven pintor americano de solo 27 años llamado Jacob Kassay. La obra se vendió rápidamente por 400.000 dólares (280.000 euros) y en teoría (no se confirmó, al igual que el precio exacto) la adquirió un museo. ¿Mucho dinero por un artista veinteañero sin presencia en instituciones importantes? Desde luego, pero el mercado no entiende ni de edades ni de currículos.

El artista debe tener proyección internacional; no vale cualquiera
Ojo: hablamos de un mercado con poca liquidez y bastante volátil

El 12 de mayo pasado, la casa de subastas Philips & Pury remató una tela de Kassay análoga en tamaño y calidad a las de Basilea por 295.500 dólares (207.000 euros). Pero lo que de verdad sorprende es que hace poco más de un año y medio se podría comprar una de esas pinturas en Eleven Rivington, su galería neoyorquina, por solo 8.000 dólares (5.600 euros). Hablamos de una rentabilidad en ese tiempo tan corto del 3.693%. Ningún activo normal da tanto.

Resulta evidente que la anterior es una situación excepcional, pero aun así es muy fácil confeccionar un listado de pintores contemporáneos que en la última década han triplicado sus precios: Lisa Yuskavage, Cecily, Brown, Marilyn Minter, Elizabeth Peyton, Peter Doig, Julie Mehretu, Beatriz Milhazes, Adriana Varejao. La lista es mucho más extensa y "revela cómo el arte, y más concretamente la pintura, ha hecho un viaje no solo similar en rentabilidad al de otros activos, sino en ocasiones bastante superior", reflexiona el coleccionista y arquitecto Carlos Manzano.

Además, es un viaje que se ha ido dando al margen de la crisis. En el anterior crash del mercado del arte, en 1991, se tardaron cuatro años en recobrar los niveles de precios anteriores al desplome. En esta ocasión, solo se necesitaron 18 meses. "Por primera vez en la historia, muchos inversores, o digamos compradores de arte, consideran que un cuadro es igual en funcionamiento y rentabilidad a cualquier otro activo financiero. Se vende y compra bajo los mismos criterios", explica el coleccionista Marcos Martín Blanco.

Mezclar dinero y arte contemporáneo es algo que rechina, por paradójico que pueda parecer, a la mayoría de los coleccionistas. "Si se compra arte como inversión, se pierde siempre; si se hace para disfrutar, se gana siempre", apunta el coleccionista Carlos Pérez. "Hay productos financieros mucho más líquidos, seguros y rentables".

Esta es una reflexión que se escucha mucho en el sector, aunque no tiene en cuenta que los galeristas cobran por vender las obras, los artistas por producirlas, los comisarios por exponerlas y los coleccionistas pagan por poseerlas. El dinero (entendido como inversión, o no) lo envuelve todo.

Así las cosas, poco a poco el sector es consciente de que la realidad del mercado se abre paso. "Si solo tenemos en cuenta la inversión, la mejor opción es la pintura. Los demás soportes

[fotografía, vídeo, instalaciones] no se encuentran tan aceptados y la evolución resulta más lenta", comenta Juan Bonet, coleccionista afincado en Mallorca. Y ahonda: "El artista tiene que tener un reconocimiento internacional importante, estar en buenas colecciones, y la obra que se elija ha de ser de una calidad contrastada. No vale cualquiera".

Con estas advertencias bien presentes, la pintura se reivindica como una buena inversión. Un barceló de la serie blanca que a principios de los noventa la galería Soledad Lorenzo vendía (solo a los mejores coleccionistas) por unos 16 millones de pesetas de entonces (96.000 euros), hoy día podría superar (tras el último récord del artista mallorquín) el millón de euros. También interesantes revalorizaciones han vivido los lienzos de Juan Uslé, Antoni Tàpies, Manolo Valdés, Luis Gordillo o Carlos León. Hablando siempre de pintores vivos.

El coleccionista y abogado Paco Cantos ha experimentado esa revalorización en su propia colección. Sus óleos de Pablo Palazuelo, Tàpies, Luis Gordillo e incluso de la joven artista peruana Sandra Gamarra han disfrutado de un sostenido aumento del precio. "Desde luego, no es la revalorización el criterio por el que compro arte desde hace más dos décadas, pero siempre resulta interesante que tu mirada tenga un refrendo en el mercado al igual que en las instituciones. A fin de cuentas, todos los coleccionistas manejamos un presupuesto finito y nos gusta dirigir bien nuestros recursos", describe.

Pero sería un error tratar de dibujar el mercado del arte, y en concreto el de la pintura, como una idílica arcadia, pues a los problemas tradicionales (falta de liquidez, opacidad en la formación de los precios y elevada volatilidad de las cotizaciones de los artistas) se le añaden los inherentes a nuestro limitado peso dentro del contexto pictórico internacional. A él se refiere el comisario independiente Paco Barragán cuando apunta que "la pintura en España no está teniendo la visibilidad ni el reconocimiento internacional que debería tener". Y lo razona.

El libro Vitamine P está considerado la monografía de referencia internacional en pintura contemporánea emergente. Con un lapso de varios años de diferencia (el anterior texto vio la luz en 2002), lo publica la editorial Phaidon, y en el volumen que se presentará en octubre, Vitamine P2, únicamente, asegura Paco Barragán, aparece un pintor español: Antonio Ballester Moreno. Esto supone que "nuestro mercado es poco importante y que mira demasiado hacia sí mismo, por ello los pintores españoles tienen poca repercusión exterior. Además, mucha de nuestra pintura continúa siendo un seudotàpies de tercera generación que no interesa a los mercados internacionales".

Esto nos deja una idea, la necesidad de escoger bien y desde luego de entender que el mercado de la pintura, como otros, es absolutamente internacional. Con estos dos conceptos claros, las cuentas (y la colección) salen. Marcos Martín Blanco compró en su momento, y a precios asequibles (para los que se manejan en este mundo), a pintores como Cecily Brown, Lisa Yuskavage, Marlyn Minter, Eric Fischl, Basquiat, Will Cotton o John Currin. "Hoy día tienen unos precios prohibitivos, tanto que ni siquiera los grandes museos pueden pensar en comprarlos", apunta este coleccionista, quien actualmente planea construir una fundación en Segovia para albergar su colección. "Coleccionar, sobre todo pintura, es un ejercicio de pasión y corazón, pero también de saber emplear bien tus posibilidades financieras", remata Martín Blanco.

Retrato de Keith Richards, de la pintora Elizabeth Peyton.
Retrato de Keith Richards, de la pintora Elizabeth Peyton.

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.
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