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Reportaje:Días de diversión

Del 'abertzale' de Parla a la nada

La 'guerra de las banderas' convertía hace años el día grande de Aste Nagusia en un viernes de disturbios - La fecha transcurre ahora con toda normalidad

Hubo un tiempo en que el día grande de la Aste Nagusia bilbaína transcurría entre pedradas, insultos y cócteles molotov. En los años ochenta y a comienzos de los noventa, la explanada frente al Ayuntamiento de la capital vizcaína se llenaba de cientos de personas que, con motivo de la izada de la bandera española junto a la ikurriña y a las enseñas de Bilbao y Bizkaia, se dedicaban a arrojar objetos a la Ertzaintza, agredir a los periodistas que cubrían el suceso o quemar banderas españolas, entre muchos otros incidentes. Nada queda de hoy de aquellos episodios de lo que se llegó a llamar la guerra de las banderas.

El acto, que no venía en el programa festivo, pero se celebraba con matemática regularidad cada viernes de fiestas, duraba apenas una hora y media. El consistorio izaba la bandera a temprana hora para intentar sortear a los vándalos. Sin embargo, los disturbios eran mayúsculos. En 1990, un manifestante perdió un ojo en los enfrentamientos.

La izquierda radical aprovecha la jornada para convocar una manifestación

Furgones de la Ertzaintza acotaban la zona y los cámaras enfocaban a los participantes en los disturbios para tratar de identificarlos, pero no conseguían evitar que las algaradas de los abertzales radicales causasen enormes destrozos. Muchas veces eran instigados la noche anterior en la plaza del Arenal, en la que se repartían panfletos explicando cómo ocultarse de los focos tapando todo el cuerpo, exceptuando los ojos.

La guerra de las banderas generó un tipo de turismo poco habitual: el político-revolucionario. De hecho, con el paso del tiempo, entre los detenidos figuraban ciudadanos de países europeos, de otras comunidades o de cualquier tribu urbana. Uno de los casos más conocido fue el arresto en 1995 de un punki de una localidad madrileña inmortalizado por los medios como el abertzale de Parla.

Poco a poco, la guerra comenzó a perder relevancia. Apenas una decena de personas se dedicaba a silbar la izada de la bandera e increpar a la policía autonómica y prácticamente no se registraba ningún disturbio. Paralelamente, las comparsas de la Aste Nagusia empezaron a organizar una fiesta particular en la Plaza Nueva en la que izaban una ikurriña ante una maqueta del Ayuntamiento, paso previo a una "popular" romería. También situaban enormes ikurriñas frente al consistorio. La izquierda abertzale comenzó a convocar manifestaciones en el día grande festivo, como la que hoy se repetirá.

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"Al final, eran muchos más los medios de comunicación que acudían a la izada que las personas que venían a lanzar objetos y tener bronca", explica una funcionaria municipal.

Desde el 4 de abril de 2008, la bandera española y la enseña vasca ondean en el Ayuntamiento en cumplimiento de un requerimiento del Tribunal Superior, que determinó que la enseña rojigualda debía lucir a diario en un lugar preferente de la sede consistorial "como símbolo de la nación, signo de soberanía, independencia, unidad e integridad de la patria". Ya no había izada. Nada queda ya hoy de la guerra de las banderas.

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