La duquesa indómita
Sería difícil encontrar a un miembro de la nobleza menos convencional que Cayetana Fitz-James, XVIII duquesa de Alba, una mujer de 85 años que, según ella misma acaba de anunciar, prepara con emoción su próxima boda con el funcionario Alfonso Díez, de 60. Ni siquiera sus graves y recientes recaídas de salud o el inmenso patrimonio artístico de la Casa de Alba han dado tanto que hablar como el polémico noviazgo de la duquesa durante estos tres últimos años. Los reportajes sobre lo que, en principio, fue solo una "entrañable amistad" rezumaban la misma desconfianza de la que fueron presa varios de sus seis hijos, que se opusieron a la boda hasta que Alfonso Díez renunció a heredar cualquier bien de su prometida y ella repartió en vida este verano la herencia
para cercenar cualquier sospecha.
Ha sido la penúltima muestra de que esta duquesa está dispuesta a hacer alguna que otra concesión para seguir disfrutando de la libertad de la que siempre hizo gala. "No he sido libertina", le dijo a este periódico en una ocasión. "Liberal, sí". Y quizá de ahí viene el idilio de la prensa rosa con una noble que ha hecho y dicho casi siempre lo que le ha dado la real gana.
Hija única del anterior duque de Alba y casada muy joven con Luis Martínez de Irujo, Cayetana Fitz-James tuvo seis hijos y protagonizó los inocuos ecos de sociedad de la época hasta que, viuda, se casó en segundas nupcias con un exjesuita ocho años menor que ella, Jesús Aguirre, y empezó a mostrar sin complejos su indómito carácter.
Si se le achacaban amantes, ella decía que eran "paparruchas" de los medios, si Oriana Fallaci decía que hasta la reina de Inglaterra debería cederle el paso debido a su superior abolengo, ella respondía que esa era una estupidez tan grande como estúpida era quien lo escribió.
Mis hijos no quieren que me case, pero ellos cambian más de pareja que yo", se ha defendido ahora. Fiel a sí misma, ni su avanzada edad ni su inmensa fortuna han sido capaces de frenar sus deseos de volver al altar y añadir otra emoción a su vida. Con esta tercera boda, la duquesa de Alba se volverá a poner el mundo por montera como se calza cada verano su biquini para pasmo de la prensa del corazón, a la que tiene ganada por la mano.