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Reportaje:ESCENARIOS DE UNA CIUDAD FESTIVA | Las terrazas | Días de diversión

La caña, al aire libre

La tradición dice que Bilbao, como sus compañeras San Sebastián y Vitoria, es una ciudad de buen comer y beber. En su Aste Nagusia, como no podía ser de otra manera, saca a relucir esta fama en todo su esplendor. Sin duda, pocos espacios recogen el espíritu festivo de una manera tan fiel como las terrazas, que dibujan por una semana unas calles de la villa plagadas de carpas de todos los colores que llenan de vida cada rincón de la ciudad.

El fenómeno terraza se ha multiplicado en los dos últimos años, catapultado principalmente por la reciente Ley Antitabaco y eso, inevitablemente, se traslada a la semana festiva. De las 300 terrazas que copaban la ciudad hace dos años, se pasó a las 700 del pasado año. En el presente ejercicio, Bilbao cuenta con 1054 terrazas, a las que se añadirán las de los 92 establecimientos que han pedido su licencia para la Aste Nagusia, 15 más que en el mismo periodo del año pasado. "No cabe duda de que la Ley Antitabaco nos obliga a ofrecer más alternativas al cliente fumador en fiestas", cree un hostelero que, por primera vez, ha instalado una terraza en su bar.

La nueva Ley Antitabaco ha catapultado estas instalaciones
De los 300 espacios habilitados en 2009 se ha pasado a los 1.146 de este año

En total, 1.146 carpas tomarán la ciudad a lo largo de esta semana de actividades y desenfreno. "Bilbao tiene, como Sevilla, un color especial durante estos días. Todos los años como con la cuadrilla, por lo menos una vez, en una de las terrazas. Es lo más parecido que hay a una comida urbano-campestre. Sientes que te integras todavía más en la ciudad", explica un bilbaíno.

Literalmente, los establecimientos de la ciudad hacen su agosto en la Aste Nagusia. A mediodía, las terrazas se llenan de familias y grupos de amigos que comen distendidamente hasta pasadas las seis de la tarde. "En fiestas, las sobremesas son casi meriendas. Ya no sabes qué servir", bromea el responsable de un céntrico restaurante bilbaíno. Horas más tarde, el mismo perfil de cliente, normalmente adulto, cena copiosamente, casi siempre ataviado con el pañuelo festivo. "Es la única ropa casi obligatoria para entrar a este bar", comenta jocoso.

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En el restaurante alemán Ein Prosit, del Ensanche bilbaíno, llevan varios años instalando terrazas en la Aste Nagusia y el resultado es siempre magnífico, aunque, según resalta una empleada del establecimiento, "los dos últimos años se nota menos gente". No obstante, para poder cubrir esta semana festiva han tenido que aumentar la plantilla en siete personas, cuatro de ellas dedicadas exclusivamente a la terraza y otras tantas para una barra extra instalada en el bar para estos días. Habitualmente, los establecimientos que solicitan una terraza para las fiestas suelen reforzar su plantilla con unas dos personas más.

La afluencia masiva de gente y el ambiente festivo, muchas veces desmedido, dejan decenas de anécdotas que se acumulan en el cuaderno de bitácora del establecimiento y que son posteriormente recordadas a lo largo del año. Como cuenta una empleada del restaurante alemán, "las fiestas permiten presenciar a lo que es capaz una persona por un trago de cerveza". Así, cuenta que, cuando no les quedan más vasos para poner cerveza, muchos no dudan en recoger recipientes usados de las mesas de otras personas y pedir que se los rellenen. "Todo sea por refrescar el gaznate con el calor que hace", explica la empleada, que asegura que el aire acondicionado deja siempre de funcionar el día más caluroso de la semana.

Otro ingrediente que siempre se acaba, como explica, es el pan. A altas horas de la noche ya no hay tiendas abiertas, por lo que los empleados deben adquirir las barras en una tienda de bocadillos cercana. "La situación es un tanto surrealista porque no venden más que dos barras por persona", asegura. Por ello, un séquito de empleados y conocidos del bar se dirige a la tienda. Todo para que no falte nada en la terraza.

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