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Columna
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Tolerancia selectiva

Cuando me mudé a Madrid eché de menos muchas cosas de vivir en Euskadi. Pero lo que no añoraba era la presencia de la política en el día a día. Esa tensión que suponía pasarte el día detectando ideologías a tu alrededor o esa precaución a la hora de decir tus opiniones en voz alta. Madrid tenía muchos inconvenientes pero una gran ventaja: a nadie parecía preocuparle lo que pensara el de al lado. Quizás pecaba de ingenuo pero así me sentía en mi nueva ciudad.

Este verano en Donostia no he notado la tensión a la que aludía antes, pese a las decisiones folclóricas de su ayuntamiento sobre qué grupos deben tocar en fiestas o el rumbo que ha de tomar el Zinemaldia. Algunas cosas han cambiado. Claramente a mejor. Todo lo contrario pasa en la capital del reino. En cierto modo, la situación se ha invertido: ahora donde la cosa está calentita es en Madrid.

Lo más llamativo son los porrazos que está repartiendo la policía últimamente. Supongo que esta actitud tiene que ver con las elecciones. Si al Gobierno le acusan de "pusilánime", tiene que demostrar que no le tiembla el pulso cuando ha de mandar policías a disolver una manifestación. La mano dura podría dar más votos. O no. Porque no parece buena idea repartir estopa indiscriminadamente, que es lo que está pasando en los alrededores de la Puerta del Sol en los últimos días. Es una pena porque hemos perdido una fantástica oportunidad para aparentar ser una sociedad madura. A mí me gustaría vivir en un sitio donde coexistan sin incidentes una protesta ciudadana como el 15-M, el día del Orgullo Gay y una visita del Papa. Habría sido una lección de civismo que todo esto sucediese sin que llegaran los porrazos. Pero parece que se impone un nuevo concepto de tolerancia que se carga el invento. Todo el mundo se cree abanderado de la tolerancia pero con un sentido del respeto que tiene sus límites. La nueva corriente se podría denominar "tolerancia selectiva": yo seré tolerante con tus ideas mientras no sean muy diferentes a las mías.

"Dan miedito", "huelen mal", "están abducidos" o "dan vergüenza". Atención, pregunta. Estas expresiones vistas en redes sociales o comentarios de prensa digital se refieren a: 1) Los peregrinos que vienen a ver al Papa o 2) Los partidarios del 15-M. La respuesta es que a los dos. Todo depende de los tiempos: hace semanas se insultaba así a unos y ahora se hace lo propio con los otros. El resumen podría ser que da igual qué posición ideológica tengamos que insultaremos al otro con los mismos elementos, con la misma intolerancia y falta de respeto. Así está la cosa. Para que luego digan eso de "las dos Españas" es una patraña. Ahora mismo "las dos Españas" lo están dando todo. Pero por lo menos tienen algo en común. Poseen el mismo diccionario de insultos.

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