Espejismos
Lo malo de Madrid en agosto es que la ciudad se presta a los espejismos. La normalidad huye de la calle y el calor contribuye también a nublar la vista y el entendimiento.
Un espejismo grandioso es la Jornada Mundial de la Juventud. ¿De qué trata? Cientos de miles de jóvenes de todo el mundo se reúnen en Madrid para rezar, ir en procesión y aclamar al Papa. Pero, ¿representa eso la fuerza real del poder de una religión en el mundo? ¿O es la suma de unas cuantas minorías que reunidas en una ciudad desierta hacen la vez de una avalancha mayoritaria? He ahí un espejismo. Pero del que la Iglesia saca partido.
La cruda verdad está en la falta de vocaciones en los seminarios, en que los templos hoy se llenan de canas, en la casi nula conexión de los mensajes doctrinales de este papado con la realidad y la vida cotidiana: no solo de las sociedades que corren afines con los tiempos, sus progresos y de quienes se consideran laicos, sino de la gran mayoría de las familias cristianas, que escuchan predicar una cosa y observan cómo el mundo se mueve dentro de otras órbitas.
La cruda verdad está en la falta de vocaciones en los seminarios, en que los templos se llenan de canas
Eso en cuanto al calado social. Por no hablar de otro espejismo bastante surrealista: que la policía de un Estado supuestamente aconfesional reparta estopa a barullo entre las manifestaciones laicas para no molestar a su santidad.
En lo político se dan otra serie de espejismos curiosos. Tienen que ver con el poder real y el poder merecido. La prepotencia eclesiástica no se corresponde con el dominio nebuloso de las conciencias de las que dicen ser depositarios. Pero es un hecho que en España todavía mandan. Demasiado.
La prueba ha sido este Gobierno. Las genuflexiones -resulta impresionante la del Rey-, la celebración del negocio que suponen estas jornadas -no solo por parte de Pepiño Blanco, también con la algarabía de la Conferencia Episcopal cuando lo anunciaron-, la cesión absoluta de la calle sin que ninguna otra protesta de orden civil y absolutamente legítima les incomode, dan cuenta real de lo que ha sido otro espejismo: que el Gobierno de Zapatero ha supuesto un incordio para el Vaticano.
A la vista de que se han respetado los acuerdos más provechosos con la Santa Sede no hay rastro de incomodidad para la Iglesia. Bien, han legislado a favor del aborto y los matrimonios homosexuales. Pero eso son avances civiles y sociales acordes con los tiempos que vivimos. ¿Qué tiene que decir la Iglesia en esa materia? Pregunto... Tampoco los socialistas han sacado tajada mediática de esas estrategias. Por más que se han acercado a los obispos más les han crucificado desde los púlpitos de los medios de comunicación que controlan. Les está bien a estos teóricos progres. Por crédulos y por imbéciles. Otra cosa es la cocina. La institución conserva su poder real, no producto de su verdadera influencia, sobre uno de sus países pilares y el Gobierno obtiene una teórica tajada en otros frentes. Estos pueden ir desde la liberación de presos políticos en Cuba al papel que pueda jugar la tibia Iglesia vasca en el fin de ETA comprometiéndose de una vez con la razón frente a la barbarie.
Lo del Valle de los Caídos es otro cantar. Al ministro Jáuregui le habrá parecido de perlas la actitud del nuncio y su buena disposición a la propuesta de hacer de aquello un centro para la reconciliación. Buenas palabras y palmaditas en la espalda para que traguen los socialistas estos tres meses que les quedan. De nuevo, el espejismo.
La realidad será la de siempre. Llegará Mariano con sus huestes, Franco seguirá enterrado allí, asistiendo a misa diaria gracias a los padres benedictinos y ni reconciliación, ni víctimas equiparables, ni Cristo que lo fundó. La cruz del Valle, levantada por los presos esclavizados, continuará insultando las conciencias y la dignidad de los vencidos. Y eso, no es un espejismo.
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