Contorsionistas de piedra
De Palencia a Carrión de los Condes y Frómista, un paseo en el que el arte románico da energía a los caminantes
A la catedral de Palencia la llaman "la bella desconocida". Este epíteto podría extenderse a toda la provincia, lugar casi secreto que a veces cuesta situar sobre los fantásticos límites del mapa político. La provincia de Palencia es una estrecha lengua de paisajes engarzada entre Valladolid, Burgos, Cantabria y León. Nos detenemos en dos puntos próximos a Palencia capital en dirección a Santander: Carrión de los Condes y Frómista.
Los peregrinos existen. No son una leyenda como los unicornios. Peregrinos mochileros se apoyan sobre su bastón mientras recorren los 19 kilómetros que separan Carrión de los Condes y Frómista. En Carrión hay establecimientos dedicados al peregrinaje; en el monasterio de Santa Clara, donde se exhiben una Piedad y un Cristo de Gregorio Fernández, así como la venerada figura del Niño Jesús con dolor de muelas, leemos: "Hospedería. Doble, 42 euros, single, 21. Albergue de peregrinos: 5 euros". "No haga estiramientos". Este cartel se coloca sobre unas inclinadísimas columnas: los peregrinos apoyados en ellas ejercitan su cuerpo contra calambres que también podrían combatir con las virutas de San José que venden en la tienda de dulces.
En la otra punta de la localidad, el monasterio de San Zoilo protege tras sus muros el claustro renacentista de Juan de Badajoz. Lo recorremos en soledad tal vez porque la entrada cuesta dos euros o porque la galilea está en obras. El claustro -que se lee- es un recorrido por las historias bíblicas y sus adornos platerescos, una significativa muestra del horror vacui: los medallones con bustos de hombres ilustres de la orden benedictina y de la genealogía de Cristo, las calaveras y ángeles, se descuelgan de las bóvedas y saltan de los capiteles provocando una anacronía pop. En el centro del claustro hay un pozo abrazado por la hiedra. En la iglesia descansan los sepulcros condales. Llama la atención su acceso desde el monasterio: una pequeña puerta enmarcada por arquivoltas que la disminuyen aún más y que, a su vez, descansan en capiteles con representaciones del pecado y la virtud, y en dos columnas de mármol del siglo II. La biblioteca jacobea merece una visita.
En San Zoilo se ha montado un restaurante y un hotel. Quedan próximas la ribera del Carrión, la calzada de piedra -vestigio del peregrinaje- y la vista de Nuestra Señora de Belén, una postal desde el puente por el que nos adentramos en el pueblo. Junto a la plaza mayor, la iglesia de Santiago, sede del museo parroquial, luce una impresionante fachada; el friso representa la Jerusalén celeste, y la decoración de las arquivoltas es un catálogo de la imaginería simbólica medieval: el escorzo de la contorsionista como anuncio de las penas infernales, la plañidera que se lleva las manos a la cara, los oficios. En el interior del templo, volado por los palentinos durante la guerra de la Independencia -"No sé yo para qué", comenta con sonsonete castellano-viejo la cuidadora de los tesoros- y reconstruido a partir de fragmentos originales -altar románico-, destacan prendas y objetos traídos de ermitas de Carrión: casullas, facistoles y las tallas de un Cristo crucificado en una cepa y de una Piedad del siglo XIV que responde a la descripción de las visiones de Santa Brígida: la Virgen adolescente parece más joven que su hijo. En el lateral de Santiago se sitúa el Museo Contemporáneo. No se puede abandonar Carrión sin visitar la iglesia románica de Santa María con su porche y su piedra anaranjada; las terracitas bajo las zonas porticadas de la plaza Mayor, y la iglesia de San Andrés, donde escuchamos el sonido de su órgano porque se está preparando una boda.
Entre Carrión y Frómista, la parada recomendada por nuestros amigos palentinos para comer es Villalcázar de Sirga. El pueblo huele a horno. Además de la voluminosa iglesia de Santa María la Blanca, allí están el mesón Villasirga y el de los Templarios, "primer monumento nacional al lechazo churro". Los comensales entran de golpe y se sientan frente a mesas decoradas con cacharros tradicionales y fuentes de fruta. Antes de comer nos bendicen la mesa. Incluso los ateos lo agradecemos por si se nos hace difícil la digestión de lechazo, solomillo, lomo, queso de oveja, ensalada con lechuga de verdad y arroz con leche que nos vamos a meter entre pecho y espalda. La calidad de las viandas y el vino ayudan. Sin mucho dolor se llega a Frómista: allí la hostería Los Palmeros también tiene buena fama para las cosas del yantar.
Leyendas del Camino
En Frómista, la iglesia de Santa María del Castillo alberga la exposición audiovisual permanente Vestigia, un recorrido por las leyendas del Camino. A San Pedro se accede a través de una portada renacentista que da paso al gótico primitivo de sus tres naves. La joya del lugar es la bellísima San Martín, uno de los monumentos más singulares del románico europeo por la pureza de sus líneas, la torre octogonal, la armonía de los volúmenes del ábside, el juego de curvas y rectas, la luminosidad, la elegancia y sobriedad de la bóveda de cañón, el ajedrezado jaqués y los capiteles con escenas de los Reyes Magos o de la Orestiada... Pero lo más sorprendente de esta iglesia es la decoración exterior con policromías y 315 canecillos: dragón, burro tocando la lira, león andrófago, carnero, lechuza, hombre de desproporcionado falo -quizá lleva turbante-, la contorsionista -otra vez- y mujeres que se tapan las orejas negando los sentidos y denunciando la falsedad de la percepción. Sin embargo, la hermosura y la explosión sensorial de este viaje desdicen la futilidad de la vida y logran que incluso pueda merecer la pena el castigo del infierno.
» Marta Sanz es autora de Black, black, black (Anagrama).
Guía
Información
» Turismo de Castilla y León. www.turismocastillayleon.com.
» Carrión de los Condes. www.carriondeloscondes.es.
» Frómista. www.fromista.com.
Comer
» Mesón Los Templarios y Villasirga (979 88 80 22). Villalcázar de Sirga (Palencia). Especialidad en lechazo en horno de leña. Precio medio, 35 o 40 euros.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.