Ascender a la sombra del Barça
Los equipos de fútbol catalanes luchan por marcar su identidad ante la potencia del equipo de Guardiola - Los resultados aseguran el éxito social y económico
Es improbable, e impensable, ver a un aficionado del Barcelona en el Camp Nou con una camiseta que no sea la azulgrana, sino la de otro equipo. Tampoco sucede en Cornellà-El Prat, con el Espanyol. En cambio, en Montilivi, feudo del Girona FC, en el Camp d'Esports del ya refundado Lleida Esportiu o en el Nou Estadi del Gimnàstic de Tarragona es habitual ver a un seguidor local gritar los goles de su equipo con la camiseta del Barça. Si es verano y los partidos de pretemporada se juegan en campos visitantes, el desmadre de elásticas es aun mayor.
Un 68% de los aficionados del Girona se declaran primero seguidores del Barça, indica el director general del club, Joaquim Torrecilla. No solo por el juego, sino por lo que representa el més que un club. El presidente del Lleida, Albert Esteve, también admite que "la sombra azulgrana es alargada". El Nàstic y el Espanyol, en cambio, niegan estar en un segundo plano y optan por tejer los proyectos deportivos al margen del Barcelona. Con objetivos a su medida y sin buscar símiles que "no se pueden comparar", ya que consideran que tienen "identidad propia". "Sin embargo, no podemos obviar que compartimos área de influencia con un club muy potente mediáticamente", aclara un portavoz del Espanyol.
"El fenómeno Barça engulle al resto de clubes", asegura el economista Joan María Gay, que sostiene que las diferencias entre entidades se explican por tres factores: el económico, que determina los objetivos deportivos; la dinámica de resultados, que actúa como motor social; y el cultural, que genera una identidad única. El futbol "es deficitario en todas las categorías", afirma Gay, pero concretamente en Segunda A e inferiores "es un pozo de pérdidas". La histórica y ya desaparecida Unió Esportiva Lleida fue un claro ejemplo de fiasco económico.
"El buen hacer consiste en ser consciente del papel que tiene cada club", expone el director general del Nàstic, Lluís Fàbregas. Considera, sin embargo, que en el mundo del futbol se ha perdido de vista "hacer sostenibles los presupuestos". El fallo está en "el descontrol financiero y económico" de los últimos años. La crisis del sector inmobiliario, además, arrolló a muchas entidades que estaban expuestas a la burbuja. El Lleida vivió por encima de sus posibilidades. Pero después de una larga tormenta, los aficionados apoyan el nuevo proyecto "hecho con gente de casa y con la voluntad de volver a los orígenes", dice Esteve.
Crear una base social sólida y mantener la fidelidad de los socios es una ardua tarea para las entidades de menor renombre que el Barcelona. "Los aficionados son la fortaleza del Espanyol", señala un portavoz del club. De ahí que una de las prioridades del nuevo presidente, Ramón Condal, sea pasar de los 35.675 socios que tuvo en 2010 a los 40.000 en los próximos cinco años.
Socios 'granas'
En el Nàstic, el número de socios ilustra cómo han sido sus etapas deportivas. En la temporada 2006-2007, cuando jugó en Primera División, tuvo 12.000 socios. En la actualidad, en Segunda A, hay 5.000 granas. Fàbregas espera, no obstante, alcanzar los 8.000 con la consolidación del equipo en la categoría de plata. Aumentar la masa social es uno de los objetivos prioritarios de los clubes porque esos ingresos conforman el presupuesto anual, junto a la publicidad y las ayudas de las administraciones. En el caso del Lleida, que tiene 3.000 socios y espera llegar hasta los 4.000 a final de temporada, la cuota de los abonados supone el 35% del presupuesto, explica Esteve.
Las ayudas económicas de las administraciones marcan un punto de inflexión y, a la vez, distancias entre los clubes. El Ayuntamiento de Tarragona tiene participación directa en el Nàstic, informa Fàbregas. El Consistorio construirá la nueva ciudad deportiva que entrará en funcionamiento en 2013, de cara también a la candidatura de los Juegos del Mediterráneo que la localidad espera organizar en 2017. La Diputación y el Ayuntamiento de Lleida también ayudan a la entidad de la Terra Ferma con dotaciones económicas y cediendo el uso de las instalaciones del Camp d'Esports.
Unas facilidades con las que no cuenta el Girona: "Solo disponemos de recursos propios", afirma su director general, Joaquim Torrecilla. Se refiere a los derechos televisivos, la publicidad, las cuotas de socios y a los abonos. "Nadie nos regala nada", apostilla. De ahí que el Girona, equipo de Segunda A, pida en la próxima revisión de la Ley del deporte que las administraciones ayuden por igual a todos los clubes de una misma categoría.
Los malos resultados, por otro lado, causan una desafección que deja como último recurso el binomio Barcelona-Madrid. Los clubes de capital de provincia, por lo tanto, se arraigan al máximo a la ciudad y basan su imagen en jugadores formados en la cantera para crear un vínculo con los aficionados. "Debemos abrirnos al resto de la ciudad y a la provincia", afirma Esteve.
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