Fuera del mundo

Narrativa. Aunque esta novela romántica y pagana, hedonista hasta el borde de cada una de sus páginas, ya la publicó Planeta hace 19 años, es normal que aparezca ahora en un catálogo tan apropiado -lleno de malas o buenas compañías, según- como el de esta cuidada editorial. Una novela que se conserva muy bien y que en una nueva lectura (recordaba vagamente la edición de Planeta, aunque se me mezclase con otros libros suyos, de parecida textura y de idéntico paganismo) me ha vuelto a interesar por el cuidado puesto en su prosa: es un texto muy bien escrito, en ocasiones excesivamente: ¿es verosímil que Carlos, el amigo, el narrador-voyeur de la historia, diga de su malogrado ángel y demonio que era "un acerico de miedos": en la noche madrileña de los ochenta se hablaba así?, y hay más. Arriba definía este texto como romántico, lo es, desde luego, y se utiliza como gancho editorial (en 1992: "una novela romántica sobre el amor al imposible"); y es, sí, muy fascinante -para ellas y para ellos: como aquel personaje, alado o no, de la película de Pasolini- ese joven y hermoso estudiante de filosofía, que prueba licores y dones que le están vedados a la mayoría y que busca desesperadamente respuestas en la poesía, en el amor, en el sexo, en el alcohol, en las drogas, en la noche, en el viaje, en la mugre. Un joven elegido por los dioses, y por eso murió abrumadoramente joven, a quien Carlos, el amigo-voyeur, sigue como puede en ese inevitable descenso a los infiernos. Lo que ocurre es que por más citas literarias que aparezcan como escalones descendentes de esa vida que se va escapando gota a gota, cita lírica (Nerval, Heine, Novalis, los griegos, esos) a cita lírica (Nerval, Heine, etcétera), al final resulta un tanto reiterativo ese deambular por los muladares, ese eterno "bajarse al moro", en busca de paraísos artificiales, o vedados a la mayoría de los mortales. Lo que ocurre es que siempre en Villena sus logros y sus limitaciones son brillantes, osadas, interesantes. Así Fuera del mundo.