El impuesto de sociedades pone a prueba a la UE
El impuesto de sociedades es una de esas cosas que sacan los colores del Gobierno económico de Europa. La UE facilita la libertad de movimiento de capitales y empresas. Y cada país establece cómo grava los beneficios. Conclusión: las rentas de las grandes empresas van y vienen entre sus filiales para sacar jugo a las ventajas fiscales y minimizar el pago al fisco. Alemania y Francia abogan por una armonización del impuesto de sociedades. Y han decidido predicar (y meter presión) con el ejemplo.
La iniciativa para armonizar el impuesto se introdujo en el Pacto por el Euro, la pasada primavera, versión descafeinada del Pacto por la Convergencia que el eje franco-alemán esbozó en marzo. El objetivo prioritario era Irlanda, que con un tipo teórico del 12,5% (en Francia es el 33%; en Alemania, del 29%) se había convertido en sede de muchas multinacionales.
De aquel debate salió la negativa rotunda de Irlanda, pese a necesitar el rescate de la UE, y una propuesta de Bruselas para armonizar la base del impuesto. Con su decisión de unificar el impuesto de sociedades a partir de 2012, Francia y Alemania reactivan el debate. Un debate que también deja en mal lugar a España. Aquí, el tipo teórico es muy similar al promedio europeo (30%), pero el amplio abanico de deducciones ha hundido la recaudación. En 2009, las empresas que tuvieron beneficios apenas pagaron al fisco el 10%. Y Google o Exxon han usado filiales españolas como una suerte de paraíso fiscal. Hacienda ha amagado con reformar el impuesto, pero ya no será en esta legislatura.
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