Tapas y claritines para mis suegros queridos
Voy siempre tan acelerada, que una vez llegué a olvidar que mis suegros venían a comer justo el día en que me había propuesto ponerme a dieta, había descongelado una lasaña para mi marido y los únicos inquilinos de mi nevera eran unas latas de cerveza, un bote de mayonesa y un limón reseco.
Y allí estaban. Sentados alrededor de la mesa, esperando que sirviera la comida. Busqué en la despensa unas latas de conservas y el pan de molde. Y junto con la mayonesa, me puse manos a la obra. Iba a hacer tal cantidad y variedad de canapés que no sabrían por dónde empezar. Y para beber... ¡Sólo 3 latas de cerveza!. Pero cuando más presión tienes más creativa te vuelves. Abrí unos sobres de litines, los mezclé con agua en una jarra grande de cristal, añadí el zumo del limón reseco, un poco de azúcar y vertí las cervezas. Lo complementé con unos cuantos cubitos de hielo. Claritines lo llamé. Me sentía tan orgullosa de mi misma.... Lo acerqué todo a la mesa explicándoles que la comida iba a consistir en un aperitivo a base de tapas variadas y Claritines.
Mi suegro, hasta las cejas de comer hervido a todas horas, mostró cara de satisfacción. Mi suegra, arisca como de costumbre no paraba de repetir, eso sí, entre canapé y canapé, que la gente joven no cocinaba como antes. Bueno, ni como antes ni como ahora. No cocinaba.
Finalmente todo salió bien y quedaron saciados. Aunque yo, por culpa de los nervios, no probé ni pizca del aperitivo.
Maria Griñó es pintora
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