_
_
_
_
Pantallas
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Mad city

Juan Cruz

Hubo en Inglaterra un político conservador, sir Keith Joseph, que le abrió los ojos a Margaret Thatcher y la llevó a hacer la revolución conservadora de la que vienen estos lodos. Aquel hombre causó un escándalo cuando explicó que la sociedad británica había que dividirla en 10 o 12 clases sociales, según su tradición o comportamiento. Ahora que vemos lo que pasa en Londres me acuerdo de sir Keith Joseph porque me lo ha traído a la memoria David Cameron, que debe tener esas lecciones en su biblioteca. Cuando Cameron le echó la culpa a los padres, y por supuesto a los padres pobres, incapaces de educar adecuadamente a sus hijos, pensé en el líder tory como un alumno aventajado de aquellas sugerencias que unían discriminación a desprecio. La televisión te ofrece explicaciones demasiado sucintas de las cosas. Y, claro, lo que explican los protagonistas del lado de allá del conflicto (el lado en el que no está el primer ministro), es que lo que ocurre, hooligans aparte, es consecuencia de una política discriminatoria que tenía que explotar (otra vez) algún día. Los incidentes incluyen barbaridades que cometen los ladrones de ahí y de cualquier parte, pero reducir a la nada la responsabilidad política debe ser un capítulo más de lo que hubiera querido sir Keith Joseph en su vademécum discriminatorio.

Pero ninguna explicación de las que ha dado la televisión es tan representativa de lo que sucede como esa película que puso TCM la noche del jueves, en la que Dustin Hoffman actúa como la conciencia del periodismo advirtiendo a la sociedad de que con las personas no deben jugar ni el periodismo ni los políticos. La película es Mad city, y narra la historia de un empleado en crisis (económica) que secuestra a los niños que van al museo del que había sido guardián hasta que lo dejaron sin empleo. La sociedad quiere incidente, y la televisión se lo sirve; nadie se pregunta (lo denuncia el periodista) qué sucede para que ese hombre se haya vuelto un bandolero. Al final todo salta por los aires, el individuo se ha vuelto loco, destroza el museo mientras la policía lo acorrala dándole órdenes y la televisión lo persigue para narrar en directo hasta su suicidio. La película es de 1997, la dirigió Costa-Gavras y explica más que un telediario de la BBC.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_