Chávez
Informe semanal tiene una segunda vida en los telediarios de La Uno. Como éstos han de durar hasta que viene El Tiempo y esta no es época de grandes noticias (o eso creíamos antes de que empezaran a derrumbarse los bolsillos del mundo), cuando se acaban los deportes podemos degustar algunas perlas del pasado. El otro día conté aquí que gracias a eso vimos de nuevo un bello reportaje sobre el Ermitage y el Prado, gemelos por un rato. Y ahora nos han pasado el reportaje sobre el estallido que supusieron las revelaciones de Wikileaks, en cuya publicación estuvieron Le Monde, The New York Times, The Guardian, Der Spiegel y EL PAÍS.
Claro, para los que trabajamos en esta redacción es un orgullo haber estado ahí. En un documental que han hecho ahora sobre The New York Times y la supuesta decadencia del periodismo, el entonces director del diario norteamericano, Bill Keller, anunció el Pulitzer 2010 que había merecido su periódico parodiando a Mark Twain: "La noticia de la muerte del periodismo ha sido algo precipitada". En otro momento, David Carr, uno de los grandes reporteros del diario neoyorquino, explica que sin buenos periodistas revelaciones así pasarían como un amasijo de papel en cuyos senderos se perderían los lectores.
Bueno, pues el periodismo sigue, y esta es una buena noticia que Informe semanal se encargó de recordar poco después de que el telediario sucumbiera a la tentación Hugo Chávez. El presidente venezolano se ha empeñado en radiar, tuitear y televisar el proceso de su enfermedad. El padecimiento es un valor privado, que ha de vivirse en la intimidad a la que obliga el decoro. Ningún sufrimiento es inédito; la divulgación del mal físico tiene la virtud de animar a otros a pensar que la curación es posible en uno si en el otro también se produce. Y sería razonable buscar el efecto de animar a partir del ejemplo.
Pero la reiteración con la que Chávez insiste en la divulgación de los efectos previsibles de su tratamiento se parece demasiado a la reiteración con la que, para otros asuntos menos delicados, el mandatario venezolano se refiere a sí mismo. Y a lo mejor le llegó el momento de dejar a un lado el poder (también el poder de comunicar, y de mandar) para dedicarse, en la intimidad, a cuidar de sí mismo sin contarlo en la televisión.
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