El guanche en Venecia

Narrativa. La historia, con mayúscula o minúscula -casi siempre, eso sí, empapada en sangre-, tiene a menudo tantos pliegues que resulta ser fecunda fuente -e inagotable- de la que se aprovisionan los escritores. Esta historia de Bencomo de Taoro, uno de los últimos menceyes -reyes guanches- que sobrevivieron a la conquista de Tenerife en 1496 y que fue trasladado -por el odioso conquistador castellano Fernández de Lugo- a la Península de los Reyes Católicos, engolosinados por entonces por las idas y venidas de Colón, que hacía noche en La Gomera y se entretenía con Beatriz de Bobadilla -real hembra-, y posteriormente regalado al dux de Venecia, esta historia, digo, tenía tantos elementos narrativos y exóticos como para que un novelista canario como García Ramos se la apropiara e hiciera con ella lo que ha hecho: un colorista relato escrito en un sabroso castellano trufado de deliciosas palabras locales -magua, por ejemplo, de imposible traslación, supongo, como saudade-, donde importa poco que los personajes tengan alma propia -que no tienen- y por tanto discurran y crezcan, sino que, como suele ocurrir a menudo en novelas históricas, están al servicio, aquellos -Bencomo, Lugo, la Bobadilla, Ursulo, todos-, del cuadro total, de ese mosaico donde las teselas se apegan a base de documentación histórica, de cierta fabulación bienintencionada (la arcadia primitiva de los guanches, ese pueblo-enigma, de raíz bereber indudable, si recorremos con Bencomo el regreso a su tierra desde la lejana Venecia atravesando, a uña de camello, las tierras del norte africano). La novela, por tanto, se lee muy bien; es más, eso sí, una novela-documental, una crónica de una época, de unos momentos históricos realmente ricos en vivencias, que hacen las delicias de un escritor. Todo ello está en este libro, que reúne, sin duda, todos los ingredientes para ser una muy aconsejada lectura de verano, se esté o no en las Islas Afortunadas. Cerca o lejos.