Guerra de divas
Hay otros mundos y no son el nuestro. Mira si no a Melania Trump colgada de la araña del salón de su casoplón de Palm Beach de 126 habitaciones con tres tigres blancos rugiéndole en los talones. No, no me he pasado con el vodka con Red Bull de media tarde. Tampoco es que la tercera y hasta hoy última esposa del magnate neoyorquino haya decidido ahorcarse con estilo. No. Es que la pava sale fotografiada tal cual te lo estoy contando en el Hola de esta semana, ella es así de sencilla.
La chica es mona, las cosas como son. Una exmodelo eslovena ya cuarentona que va de upper-class y de ultrafina desde que trincó a Donald. Pero ordinaria es un rato mi prima, perdona que te lo diga. La gente está muy equivocada: chonis hay en todas partes, aquí y en Manhattan, lo de Parla es un estigma. Que es licenciada en diseño y arquitectura, declara la interesada en esa revista de culto, yo cito mis fuentes, no como otras que las ocultan. No seré yo quién lo ponga en duda, pero para tener tanta cultura y tanta carrera, se le ve el plumero. A Melania, digo. Ese posado tan natural no es casual. Te digo yo que esa se ha picado con la ex de su marido como cualquier hija de vecino.
No me extraña: la tal Ivana es una tipa de aúpa. Una checa de metro noventa y pechos de cemento armado que sigue levantándose chulazos por el mundo aunque ya no cumpla los 60. Vale, ahora son ellos los que dan el braguetazo, menuda pensión compensatoria le habrá quedado, pero ella sabrá lo que lleva metido entre pecho y espalda y apuesto a que le compensa, que le quiten lo bailado.
La tía fue campeona de esquí en su día y eso se nota. Por mucho bótox y mucho Photoshop que le metan, esos brazos no se improvisan. ¿Pues no va y se retrata colgada del patín de un helicóptero en vilo en el Hola de marzo? En Palm Beach y en bikini, además, encima provocando. Seguro que la matriarca llamó a su hija Ivanka, la primogénita de Donald, para que le abriera la casa de papá y entre las dos darle en los morros a Melania. Como que casi me da pena. La chica está maciza pero no es de piedra. Y no le ha quedado otra que descolgarse con la revancha de la lámpara de araña. Estas eslavas serán muy frías pero para despellejarse son peor que las latinas.
Nuestras divas son más austeras. Desde que jubilaron a la Preysler por parecer la nieta de sus hijas, Genoveva Casanova ha tomado el relevo. Los posados de la ex Alba de la tundra a la sabana no son como los de Melania e Ivana, pero apuntan maneras.
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